Fray
Michael W. Blastic ofm
Forma Sororum, 2017
www.clarissecdp.it
Para Clara y sus hermanas
la pobreza era mucho más que una de las muchas prácticas adoptadas por las hermanas
para estructurar su vida en común: la pobreza en San Damián tenía en sí un significado
cristológico que provenía de la verdadera esencia de su experiencia de sororidad.
En este artículo se va a analizar el vínculo entre pobreza y cristología, como brota
de los escritos de San Damián, desde sus orígenes hasta la muerte de santa Clara.
En primer lugar, la práctica de la pobreza de las hermanas pobres se planteará
en su contexto histórico. Luego, a través del filtro de la pobreza y la
cristología, se examinará la relación de Clara con Francisco y los hermanos menores.
Sucesivamente se estudiará la relación entre la pobreza y la cristología en las
Cartas a Inés, concebidas como réplica
a Gregorio IX y a su comprensión tradicional de la naturaleza y del significado
de la vida religiosa femenina. El artículo concluirá con algunos comentarios acerca
de la Forma vitae y del Testamento de Clara en referencia a este
tema.
El contexto histórico
La primera carta papal publicada
en el Bullarium Franciscanum fue escrita
por el Papa Honorio III el 23 de agosto de 1218, e iba dirigida al cardenal Hugolino,
legado pontificio en la Italia central y septentrional. Honorio respondía a Hugolino,
que había pedido una disposición jurídica de parte del Papa a las dificultades que
muchas religiosas fueron encontrando en su compromiso con la pobreza. La carta no
había nacido de un problema vivido en San Damián o en otros monasterios que se adherían
a la experiencia, aunque su contenido se revelará significativo para el futuro desarrollo
de estos monasterios. La primera línea de la carta nos permite comprender el problema
al que Honorio se refería:
"En la carta a Nos consignada
aparece escrito que muchas vírgenes y otras mujeres, [...] desean abandonar las
glorias y riquezas de este mundo, y construir para sí mismas algunas casas en las
que vivir sin poseer nada bajo el cielo, excepto esas mismas casas y los oratorios
que se construyan1.
Lo que Hugolino estaba exigiendo
a Honorio era la autoridad jurídica para eximir las "habitaciones" (domiciliis ipsis) de estas mujeres de las
autoridades locales, incluida la del obispo. Honorio autorizó a Hugolino a “aceptar
tales terrenos en nombre de la Iglesia Romana como su derecho y propiedad"2.
Esta carta papal testifica
cuán central era el deseo de una vida de pobreza (nihil possidentes sub caelo) para la experiencia religiosa de un número
significativo de mujeres, para las cuales la Iglesia debía ahora desarrollar
una nueva estructura jurídica. Para estas mujeres, y para las que vivieron antes
de ellas en el siglo XII, la pobreza se consideraba esencial para la sequela Christi, incluso antes de que Francisco
entrara en la escena de la historia3.
María Pía Alberzoni ha señalado
que este acuerdo jurídico se concedió sólo dos años después de que Honorio III ratificara
la protección de las beguinas solicitada por Jacques de Vitry, para lo cual él fue
a Italia en 1216, con el fin de reunirse con Inocencio III4. Esto evidencia
que entre Hugolino de Ostia y Jacques de Vitry existía un vínculo: ambos eran estudiantes
en París, en la escuela de Pedro Cantore, que había articulado una justificación
para la predicación de los laicos (exhortatio)
en el contexto de los movimientos apostólicos de finales del siglo XII5.
Ambos se habían dedicado a la reforma de la Iglesia, sensibles al apoyo a la nueva
espiritualidad de la pobreza que se estaba extendiendo, convencidos de que las formas
de pobreza absoluta vivida por estas mujeres y estos hombres, junto con la nueva
importancia que atribuían a la predicación, fueron esenciales para la reforma de
la Iglesia. Alberzoni declara que las posiciones de estos dos hombres -así como
otros, entre ellos el mismo Inocencio III- fueron elaboradas y difundidas por la
escuela teológica de París, que trabajó para defender los nuevos ideales de vida
apostólica6. El encomio de Jacques de Vitry de estas "hermanas
menores" a las que había visitado cerca de Perugia en 1216, es un claro ejemplo
de su sensibilidad hacia este nuevo fenómeno. Así lo expresa: "Las mujeres
[...] viven juntas en diferentes alojamientos no muy lejos de la ciudad. Nada reciben,
y viven del trabajo de sus propias manos”, viviendo “según la forma de la Iglesia
primitiva, de la cual está escrito: La multitud de los creyentes tenía un solo corazón
y una sola alma”7.
Señala aquí dos características
fundamentales de la vida de estas mujeres: la pobreza y el compromiso con el trabajo
manual, que distinguen de igual modo la vida de Clara y de las hermanas pobres.
Fue el panorama teológico parisino de Jacques el que lo hizo sensible al testimonio
que dio acerca de la vida de la "hermanas menores" conocidas cerca de
Perugia.
Es en este contexto y en este
entorno cultural donde deben situarse las descripciones de las prácticas penitenciales
de Clara en el domicilio familiar, antes de su encuentro con Francisco. La testigo
XIII en el Proceso de canonización, sor
Cristiana, cuya familia era vecina de la de Clara de Asís, declara que
"en la venta de su herencia,
dijo esta testigo que los padres de Madonna Clara le quisieron pagar más que
ningún otro, y que ella no quiso vendérselo a ellos, sino a otros, para que los
pobres no se sintieran defraudados. Y todo lo que recibió de la venta de su
herencia, lo distribuyó entre los pobres"
(Proc XIII, 11)8.
Otros testigos describen el
amor de Clara por los pobres y cómo les mandaba su comida de su propia mesa. Cristiana
ofrece otras informaciones importantes acerca de la vida de Clara antes de unirse
a los hermanos en la Porciúncula, incluyendo la historia de su fuga de la casa paterna
a través de la salida obstruida, así como su práctica devocional cuando era niña.
Pero en su testimonio nada menciona acerca del influjo de Francisco, por lo que
parecería que el amor de Clara por la pobreza había sido anterior a la influencia
de la predicación de Francisco. Sin duda estuvo influenciada por su madre
Ortolana, cuyas peregrinaciones eran vividas como prácticas penitenciales, teniendo
en cuenta la dificultad de las calzadas y la pobreza de los viajes en esos tiempos
(cf. Ib. I, 4)9.
Por tanto, la búsqueda y la
inicial experiencia de pobreza absoluta por parte de Clara surgieron de un contexto
más amplio que la experiencia religiosa femenina, considerada por hombres como Hugolino
y Jacques como un compromiso necesario para la reforma de la Iglesia.
La
inspiración de Clara
Si no fue la fuente de Clara
para la pobreza, la predicación de Francisco y el ejemplo vivo de los hermanos sí
fueron modelo de expresión para su experiencia religiosa de pobreza y penitencia.
Madonna Bona, que acompañaba a Clara en los encuentros con Francisco, testificó
que Francisco “siempre le predicaba que se convirtiese a Jesucristo” (ibid XVII, 3) 10. Indudablemente,
Clara había oído hablar de ello antes de Francisco, porque la imagen del Cristo
pobre estaba muy extendida en el siglo XII, y el vínculo entre la pobreza y Jesucristo
le era familiar 11. Pero la vida y la predicación de Francisco sacudieron
la imaginación de Clara, ofreciéndole una nueva posibilidad de encarnar su experiencia
penitencial en una forma de vida que respetaba su experiencia y sus convicciones.
Era diferente de otras realidades que conocía Clara, como la vida monástica de las
benedictinas, como la de San Pablo de la Abadesas adonde fue llevada al principio
por Francisco y sus hermanos, o la vida de las mujeres penitentes de S. Angelo di
Panzo. La estancia de Clara en estos lugares resume las posibilidades existentes
de institucionalizar los ideales religiosos de las mujeres en la primera mitad del
siglo XIII. Fue así como, hechos los preparativos por los hermanos, Clara se mudó
a San Damián. Aquí, como se observa en la Leyenda
de Santa Clara, "con su propio camino dejó las huellas para aquellas que
la seguirían" (LegCh 10).
A partir de ese momento hasta
su muerte, Clara insistirá en dos dimensiones de su experiencia penitencial sin
compromisos: el vínculo existente con los hermanos menores y el compromiso de la
pobreza.
Clara sitúa estos dos compromisos
en el centro de su Forma vitae, en el
capítulo VI. Aquí, después de haber afirmado su elección de vivir una vida de penitencia,
siguiendo el ejemplo de Francisco, define la primera dimensión del compromiso
de las hermanas pobres, declarando: "junto con mis hermanas, él [Francisco]
prometió voluntariamente obediencia" (RegCh
VI, 1), haciéndose así miembro de la fraternidad de los hermanos menores. Seguidamente
describe cómo
"luego, el bienaventurado
padre, considerando que no temeríamos la pobreza, la fatiga, la angustia, la humillación
y el desprecio del mundo, sino más bien, que los consideraríamos grandes delicias,
movido por la piedad, escribió para nosotras una forma de vida" (ibid VI , 2)12.
La práctica de penitencia
y pobreza de Clara y de sus hermanas se expresa en el trabajo y en las dificultades
derivadas de las pruebas y la ignominia (vilitatem)
y desprecio de sus familias y amigos, describiendo una experiencia de pobreza
más amplia que el mero rechazo de las propiedades. Lo que Clara describe realmente
aquí es la condición social que ella y sus hermanas comparten con los pobres y los
marginados, los menores de la sociedad.
La pobreza clariana, al igual que para Francisco y sus hermanos, abarca una experiencia
más amplia de identificación con los menores
de la sociedad. Es la elección de tal condición social la que mereció tanto
a los hermanos como a las hermanas el "desprecio" de la sociedad y, en
particular, de sus familias.
Como recuerda Clara, Francisco
respondió al compromiso de las hermanas con la penitencia y la pobreza mediante
la Forma vivendi -insertada por Clara
en el capítulo VI de su Regla- en la que
Francisco afirma que estaban viviendo, “según la perfección del santo Evangelio"
y él promete cuidar de ellas como de sus hermanos (cf. Ibid. VI,3-4) 13. En realidad, Francisco declaraba que la
vida de extrema paupertas y vilitas que Clara y sus hermanas estaban
llevando a cabo era una expresión de la perfección del Evangelio, al que estas mujeres,
al igual que Francisco y sus hermanos, habían consagrado sus vidas.
La segunda dimensión del compromiso
de Clara y sus hermanas se expresa en el segundo texto de Francisco, conservado
en el capítulo VI de la Forma vitae de
Clara, cuyo corazón narra:
"Yo, el hermano Francisco,
pequeñuelo, quiero seguir la vida y la pobreza del altísimo Señor nuestro Jesucristo
y de su santísima Madre, y perseverar en ella hasta el final. Y os ruego, hermanas
mías, y os aconsejo que viváis siempre en esta santísima vida y pobreza" (ibid VI, 7-8) 14.
Francisco exhorta a Clara
y a sus hermanas que vivan "siempre en esta santísima vida y pobreza"
("in ista sanctissima vita et paupertate
semper vivatis"), como el mismo Francisco deseaba "seguir la vida
y la pobreza del altísimo Señor nuestro Jesucristo y de su santísima Madre"
(ibid.)15.
Francisco compara "la
santísima vida y pobreza del altísimo Señor nuestro Jesucristo y de su Santísima
Madre," con "la santísima vida y pobreza" que las hermanas estaban
experimentando, estableciendo un vínculo entre "ista sanctissima vitae et paupertate" y la "paupertatem altissimi Domini nostri Ihesu
Christi". El vínculo entre la pobreza y Jesucristo expresa la "perfección
del santo Evangelio" como la "santísima vida y pobreza", entendida
-así lo describe Clara- en términos de trabajo y de esfuerzo provocados por las
tribulaciones, humillaciones (vilitatem) y
el desprecio de las familias y los amigos (cf. Ibid. VI, 2). Puesto que la Forma
vivendi se dio en 1211-1212 y la Ultima
voluntas de Francisco fue escrita poco antes de su muerte, se puede ver una
coherencia entre el compromiso de parte de Clara y de sus hermanas con la “altísima
pobreza" y la vida de Jesucristo 16.
La regulación de la pobreza
femenina
El cardenal Hugolino fue sensible
al deseo de las mujeres que trataban de vivir en la pobreza, como se demuestra en
la carta de Honorio III, Litterae tuae nobis,
de 1218. Como resultado de esta carta, Hugolino introdujo su regla, Cum omnis vera religio de 1218, en los monasterios
que estaba fundando, asumiendo de este modo la intención y el deseo de estas mujeres:
"[...] hemos decidido
redactar un breve, para vuestro uso, con la forma y la regla de vuestra Orden, para
vosotras que, bajo la inspiración de la gracia de Dios, habéis elegido la vía estrecha
y áspera que conduce a la vida, para vosotras que habéis elegido vivir una vida
pobre para alcanzar las riquezas eternas"17.
Esta, sin embargo, es la única
mención de la pobreza que aparece en la Regla de Hugolino, que describe la vida
monástica en términos de severa práctica de ascetismo y de mortificación, para vivirla
en clausura, con el producto de las rentas de los terrenos y propiedades de monasterio.
Además, Hugolino entiende la pobreza como una condición para obtener las riquezas
eternas, reduciéndola a un valor funcional ligado a una vida virtuosa. Esto, en
comparación con Clara y Francisco, es una visión significativamente diferente del
papel de la pobreza.
En la descripción de Hugolino
de la "estrecha y ardua vía", se puede observar un eco de lo que Francisco
vio en la vida de Clara y de sus hermanas, narrada en el capítulo VI de la Forma vitae de Clara, donde se describe la vida de las hermanas como un “esfuerzo” necesario
18.
Como ya se ha mencionado anteriormente,
Hugolino escribe: "Quapropter, Filie
dilecte in Domino filie, quia divina vobis gratia inspirante, pe arduam viam et
artam, que ad vitam ducit incedere, et vitam pauperem ducere pro eternis lucrandis
divinis elegistis [...]19.
De hecho, aunque Hugolino minimizara la pobreza en la vida de las monjas,
acentuaba las difíciles exigencias ascéticas de la vida de las hermanas, mientras
que la Forma vitae dada por Francisco
a San Damián, junto con su Última voluntad,
subraya para las hermanas la perfección evangélica como pobreza. A la luz de
estas diferentes maneras de entender la vida monástica femenina, se puede leer el
Capítulo VI de la Forma vitae de Clara
como respuesta a la Regla de Hugolino, a la que Clara se había resistido inicialmente,
y como clara afirmación de los compromisos centrales en la vida de las hermanas
pobres en San Damián 20.
Francisco y la Forma vivendi de Hugolino
El cardenal Hugolino tuvo
su papel en la revisión y redacción de la
Regla Bulada 21. Es interesante observar cómo la dinámica que
Hugolino traza en la Cum omnis vera
religio - seguir "por la gracia de la inspiración divina" el camino
de vida pobre y dura que conduce a la vida eterna- se repite en la descripción que
la Regla Bulada presenta de la “altísima
pobreza”, que conduce a la vida eterna:
"Los hermanos no se
apropien de nada, ni casa, ni lugar, nada en absoluto, y como peregrinos y extranjeros
en este mundo, sirviendo al Señor en pobreza y humildad, vayan a pedir limosna con
confianza; y no deben sentir vergüenza, porque el Señor se hizo pobre por nosotros
en este mundo (2Cor 8,9). Esta es la
sublimidad de esa altísima pobreza (2Cor 8,2),
que os ha hecho, hermanos carísimos, herederos y reyes del reino de los cielos (St 2,5), os ha hecho pobres de cosas y os
ha elevado con las virtudes. Que esta sea vuestra parte de la herencia, que conduce
a la tierra de los vivos” (Rb VI, 1-5)22.
La expresión bíblica "altísima
pobreza”23 se encuentra en la segunda carta a los Corintios (8.2), donde Pablo anima a los
corintios a ser generosos en la colecta para la iglesia de Jerusalén:
"[...] porque, en la
gran prueba de tribulación, su alegría desbordante y su extrema pobreza han desbordado en la riqueza de su generosidad [por
parte de las iglesias de Macedonia]"24.
Aquí, en la Regla Bulada, la frase altissima paupertas describe la elección
de la pobreza de Jesús y sigue la descripción que Pablo hace de Jesucristo, el cual
“siendo
rico, por vosotros se hizo pobre a fin de que os enriquecierais con su
pobreza" (2Cor 8,9)25.
Este texto
tomado de la segunda carta a los Corintios
no aparece en ninguna otra Regla existente hasta ese momento26.
La pobreza es "altísima" porque es la elección hecha por Jesús y su Madre,
mientras que el significado de la pobreza que surge aquí en el capítulo VI de la
Regla Bulada es más bien la pobreza en
el sentido de pedir limosna, y es “altissima” en cuanto acción virtuosa que prepara
para una recompensa eterna. Esta definición de la pobreza, sin embargo, carece de
una referencia al significado penitencial y social, como identificación con los
campesinos y los minores de la sociedad y como trabajo manual, esenciales tanto para
Francisco como para Clara.
Indudablemente, aunque Francisco
hace propia la Regla dirigiéndose aquí a sus "hermanos carísimos", cabe
señalar que, a pesar de la clara definición de la pobreza, como falta de propiedad
unida a pedir limosna, la pobreza descrita en el Capítulo VI va unida a la práctica
de la virtud. Como se indica en el texto, los hermanos se hicieron "pobres
de cosas y [...] sublimados en virtudes. Esta sea vuestra porción que conduce a
la tierra de los vivientes" (Rb VI,
4-5)27. Así expresa Hugolino su forma de entender la vida religiosa,
tal como aparece en su carta Cum omnis
vera religio: el énfasis se pone sobre la ascesis y la práctica de la virtud
como fundamento para la vida28.
La conexión entre pobreza
y virtud refleja también la vida mutable y la misión de los hermanos menores, donde,
a diferencia de lo que establece la Regla
no bulada, los hermanos no tienen solo como primer medio de subsistencia el
trabajo manual, sino también pedir limosna, en caso de necesidad. Ahora el mantenimiento
principal de los hermanos es la limosna (cf. Rb VI,2)29, mientras que el trabajo manual lo realizan solo
aquellos que han recibido tal gracia (cf. Ibid.
V,1)30.
Esto refleja un cambio significativo
en el estilo de vida de los hermanos con el desarrollo del ministerio clerical y
de la predicación formal, un cambio seguramente apoyado por Hugolino. Siete años
más tarde, el mismo Hugolino, ahora Gregorio IX, emitirá una disposición jurídica
distinguiendo entre propiedad y uso en Quo
elongati31. Esta proporcionará el fundamento y la justificación de
lo que muchos hermanos y Clara, en particular, habrían considerado una significativa
atenuación, en comparación con la experiencia de Francisco, de lo que significa
vivir la pobreza. El fundamento bíblico para este cambio ya estaba inherente en
el capítulo VI de la Regla, que identificaba
la “altísima pobreza” con pedir limosna y con la virtud, en referencia a la vida
que Jesús mismo eligió (2Cor 8 9). Debido
a que los hermanos emprendieron el apostolado sobre todo en los centros urbanos,
la vida de pobreza se centró principalmente en la práctica de la virtud vivida principalmente
a través de un régimen ascético, que era el centro de la visión de Hugolino de la
vida religiosa32. La “altísima pobreza” manifiesta la forma de
entender la práctica de la pobreza según el cardenal Hugolino, que difiere de la
de Francisco y Clara; y es probable que Hugolino y la curia romana sean la fuente
de donde procede esta expresión en el sexto capítulo de la Regla Bulada33. Por
el contrario, Francisco y Clara describen la pobreza como "santa" y
"bendita".
Hugolino y el Privilegio de Clara
Durante los años veinte de
1200, Clara mantiene un diálogo con Hugolino / Gregorio IX respecto a la forma de
vida que se lleva en San Damián, diálogo derivado del deseo y de la creciente insistencia
de Hugolino para que San Damián aceptara su Regla34. Clara y sus hermanas
seguían rechazando la propiedad y se sostenían gracias al trabajo manual que estaban
en condiciones de realizar, y al mismo tiempo dependían de la ayuda de los hermanos
que vivían cerca. Hugolino continuó con la fundación de su propia Orden monástica
para mujeres reclusas a través de la imposición y de la aplicación de la observancia
de su Formula vitae, que permitía a los
monasterios tener propiedades y vivir de rentas. Clara se opone a estas disposiciones
de la Regla de Hugolino, subrayando que haber prometido obediencia a Francisco la
hacía miembro de su Orden, con una manera distinta de vivir la pobreza.
El proceso de canonización refleja la presión que Hugolino / Gregorio IX
ejerce sobre Clara y las hermanas de San Damián. La segunda testigo, Bienvenida
de Perugia, declaró que "[Clara] amó tan especialmente la pobreza, que ni el papa
Gregorio ni el obispo de Ostia pudieron conseguir nunca que accediese a recibir
propiedad alguna (Proc II,22)35. Pero después de la muerte de Francisco, Clara perdió un asalto
en la batalla y finalmente permitió aceptar la Regla de Hugolino, pero sólo junto
al Privilegio de pobreza que Gregorio
IX concedió en su carta de 1228, Sicut manifestum
est. Aquí articula su rica teología bíblica como fundamento de su concepción
de la pobreza. Estos son los versos centrales de su carta:
“Como es manifiesto, deseando consagraros
únicamente al Señor, renunciasteis a todo deseo de cosas temporales; por lo cual,
vendidas todas las cosas y distribuidas a los pobres (Lc 18,22), os proponéis no tener posesión alguna en absoluto, siguiendo
en todo las huellas de Aquel que por nosotros se hizo pobre (2Cor 8,9), camino, verdad y vida (Jn 14,6).
Ni os hace huir temerosas de un tal propósito
la penuria de cosas, porque la izquierda del Esposo celestial (Ct 2,6) está bajo vuestra cabeza (Ct 8,3), para sostener las flaquezas de vuestro cuerpo,
que, con reglada caridad, habéis sometido a la ley del espíritu (Ct 2,4)" (Priv 2-5)36.
En la primera frase de este
texto, Gregorio complementa el desafío de Lucas al notable rico -"[...] vende
todo lo que tienes, y repártelo entre los pobres, y tendrás un tesoro en el cielo"
(Lc 18,22)-, a imagen de Juan en su seguimiento
de los pasos de Jesús, “camino, verdad y vida” (Jn 14,6), junto a la imagen paulina de Jesús que se hizo pobre por nuestro
amor (2Cor 8,9). Así anima a Clara no
temer las dificultades que aparecerán, utilizando la imagen del Cantar de los Cantares que describe la mano
del esposo que abraza y sostiene a la esposa (cf. Ct 2,6). Gregorio concluye con una alusión a la espiritualidad de la
“caridad ordenada”, que para la virgen esposa de Cristo significaba tener orden
en la propia vida y en los valores (es decir, vivir en la perspectiva del cumplimiento
escatológico de las bodas con Cristo). Esta referencia de Gregorio a la “caridad
ordenada37 evoca el Cantar de los
Cantares, que dice: "Ordinavit in
me charitatem" (2.4 Vg).
Utilizando estas imágenes
bíblicas y esponsales, Hugolino conecta la sequela
Christi franciscana-clariana con la espiritualidad de las bodas con Cristo;
de este modo subordina la experiencia de la pobreza vivida por Clara y sus hermanas
a la imagen tradicional de las bodas espirituales que hacían hincapié en la virginidad
como el camino hacia Dios para las mujeres38. En la visión de Gregorio,
la pobreza se convierte en un medio ascético de preparación para el futuro matrimonio.
En otras palabras, prepara para esposarse con Cristo en un esponsal que es consignado
al futuro; la pobreza, por tanto, se convierte sólo en una preparación para las
bodas y no la realidad de las mismas bodas.
La segunda parte de la carta
de Gregorio desarrolla su comprensión escatológica de la pobreza:
“Ciertamente, quien alimenta las aves del
cielo y viste los lirios del campo, no permitirá que os falte el sustento y el vestido
(Mt 6,26 a
28), hasta que, pasando Él, se os dé a sí mismo
en la eternidad (Lc 12,37), cuando su derecha os abrace
más felizmente (Cant 2.6; 8.3), en la plenitud de su
visión"
(Priv 6)39
En este texto Hugolino relaciona
la imagen de Dios que cuida las aves del cielo y los lirios del campo (cf. Mt 6,26-28) con la certeza de que Dios proveerá
a Clara durante su vida, hasta que llegue al paraíso, donde "su derecha os abrace más felizmente, en la plenitud de su visión” (Priv 6). Aquí de nuevo Gregorio subordina la pobreza vivida por
Clara y por sus hermanas a la experiencia espiritual (mística) de la esponsalidad
virginal con Cristo, haciendo hincapié en la dimensión escatológica de la pobreza,
que dirige la atención a la futura intimidad divina con el esposo, según la teología
monástica cisterciense40, que Gregorio tanto estimaba. Y así concluye:
“Así, pues, tal como nos lo habéis suplicado,
confirmamos con el favor apostólico vuestro propósito de altísima pobreza, concediéndoos,
por la autoridad de las presentes Letras, que no podáis ser obligadas por nadie
a recibir posesiones” (Priv 7)41.
El uso del término "altísima
pobreza" de Gregorio demuestra que su enfoque es diferente al de Clara respecto
al concepto de "santísima pobreza". La comprensión que tiene Gregorio
de la pobreza es reductiva y se expresa como el rechazo a las posesiones, sin ninguna
referencia al contexto social de la pobreza vivida y de penitencia que tenía
para Clara.
Lo que Gregorio intentó hacer
en el Sicut manifestum est, fue redefinir
la pobreza franciscana-clariana, subordinando la vida de pobreza a la relación esponsal
con el esposo, a la que la vida monástica tradicional proporciona la base - especialmente
aquí la regla de Gregorio Cum omnis vera religio-.
Pero como en su Regla indica la única y breve referencia a pobreza, esta es sólo
una de las muchas prácticas que apela al esfuerzo ascético de las mujeres, necesario
para prepararse para el abrazo con el esposo. Aunque Gregorio asume el compromiso
de pobreza de Clara y de sus hermanas, reinterpreta su significado y utilidad a
través de la espiritualidad de la esponsalidad virginal. La bula de canonización
Clara claris praeclara de Alejandro IV,
seguirá un camino parecido, destacando la esponsalidad virginal como clave de la
santidad de Clara, como se indica en la Leyenda
de Santa Clara42. La comprensión
papal/curial de la pobreza se hace evidente en estos textos.
La pobreza de Clara después
de la muerte de Francisco
Después de aceptar el Privilegio de pobreza de Gregorio, Clara
seguirá perseverando en su compromiso con la pobreza, contando con la unión entre
las hermanas en San Damián y los hermanos menores. Su relación con los hermanos,
sin embargo, se vio socavada por la publicación de Quo elongati de Gregorio IX en septiembre de 1230. Este responde a una
serie de preguntas planteadas por los hermanos sobre la interpretación de la Regla Bulada. En este caso, la cuestión era
la prescripción del Capítulo XI:
“Mando firmemente a todos los hermanos que
no tengan sospechosas relaciones o reuniones con mujeres, y que no entren en los
monasterios de monjas, a no ser aquellos a quienes les ha sido concedida una licencia
especial por la Sede Apostólica " (Rb XI, 1-2)43.
La prohibición de entrar en
los monasterios de monjas, que no tiene paralelo en la Regla no bulada”, apareció por primera vez en Cum omnis vera religio de Hugolino, que establece:
"En cuanto a entrar en
el monasterio, ordenamos estricta y rigurosamente que ninguna abadesa o hermana
deje que nadie entre en el monasterio, ya sea religioso o civil, de cualquier rango
a que pertenezca. Absolutamente nadie sea autorizado a entrar en el monasterio,
a excepción de aquellos que hayan tenido la autorización del Sumo Pontífice, por
nosotros, o por aquel que, después de nosotros, sea encargado por el Sumo Pontífice
de ocuparse de vosotras”44.
El acceso a los monasterios
de monjas de la Orden de Gregorio era controlado por él solo. Esta prescripción
de Cum omnis vera religio parece ser la
base de la prescripción del Capítulo XI de la Regla Bulada, que, en efecto, repite la prohibición para los hermanos
menores respecto a los monasteria monacharum.
La práctica de los hermanos era que los responsables del cuidado de San Damián
podían entrar en el monasterio a predicar. Puesto que esta costumbre se remontaba
a tiempos de san Francisco, interpretaron que el capítulo undécimo de la Regla Bulada se refería únicamente a los
monasterios papales. En la Quo elongati, Gregorio
IX replica que la interpretación de la prescripción por los hermanos era inexacta,
y que "la prohibición debe entenderse con respecto a todos los conventos de
monjas [...] a nadie se le concede la facultad de entrar en ellos si no es con licencia
especial de la Sede Apostólica”45. La Vida de Santa Clara cuenta la reacción de la misma a la directiva de
Gregorio:
"Y enseguida envió a
todos los hermanos a ver al ministro, pues no quería tener limosneros que proporcionaran
el pan material, al no tener limosneros para el pan espiritual. El papa Gregorio,
tan pronto como escuchó esto, inmediatamente puso la prohibición en manos del ministro
general"(LegCh 37)46
Cortar la relación entre los
hermanos menores y las hermanas pobres de San Damián hubiera favorecido la intención
de Gregorio de inducir a la aceptación de su Regla y de su concepto de la pobreza.
Correspondencia de Clara con Inés de Praga
Cuando se difundió la fama de santa Clara
y la vida de San Damián, otros monasterios solicitaron permiso para seguir sus mismas
observancias47. La correspondencia de Clara con Inés de Praga dio a Clara
y a sus hermanas la oportunidad de formular su concepción teológica y espiritual
de la forma de vida48. Clara, cuando escribe a Inés, utiliza la
teología tradicional de la esponsalidad virginal, al igual que Hugolino la inserta
en su Privilegio de pobreza, para estructurar
la propia teología de la vida en San Damián.
Así, Clara reinterpreta la tradición de la virginidad esponsal a través de
la lupa de su propia experiencia y su visión de la pobreza. Los siguientes ejemplos
mostrarán tanto la metodología de Clara como su lucidez teológica en defensa de
la pobreza.
En la Carta I a Inés, Clara elogiaba la entrada de Inés en el monasterio,
fundado por ella misma en Praga. La metáfora central que desarrolla Clara es la
de las nupcias de Inés con Cristo, que, según Clara, Inés prefirió a una boda con
hombres poderosos que habían pedido su mano. La elección hecha por Inés de Jesucristo
como esposo -escribe Clara-, la ha “distinguido esplendorosamente con el estandarte
de la virginidad inviolable y de la santísima pobreza”, y esta relación con su esposo
la fortalece “en el santo servicio del pobre Crucificado”, el cual “soportó el suplicio
de la cruz "que reconcilia con Dios:
“Por tanto, hermana carísima, o más bien,
señora sumamente venerable, porque sois esposa y madre y hermana de mi Señor Jesucristo
(cf. 2 Cor 11,2), tan esplendorosamente
distinguida por el estandarte de la virginidad inviolable y de la santísima pobreza,
confortaos en el santo servicio comenzado con el deseo ardiente del pobre Crucificado,
el cual soportó la pasión de la cruz por todos nosotros (cf. Heb 12,2), librándonos del poder del príncipe
de las tinieblas (cf. Col 1,13)” (CtaCla1 12-14)49.
La Carta
I continúa subrayando y desarrollando esta identificación del esposo con el
pobre Crucificado, cuya pobreza “da riquezas eternas a aquellos que la aman y
abrazan” y “a los que la poseen y la desean Dios les promete el reino de los cielos”.
Esta es la novia a la que Cristo “atrajo más que ningún otro para abrazarla"
(ibid. 15- 17). Aquí tenemos a Clara describiéndole a Inés cómo su esposo Jesucristo
bajó a la tierra para tomar a “Madonna Pobreza” como su esposa50. Para
Clara, es abrazando la pobreza -la esposa de Cristo- como una se desposa con Cristo.
Además, lo que reconcilia con Dios es el servicio al pobre Crucificado que “soportó
el suplicio de la cruz”. Clara experimenta el misterio de la redención como un misterio
de intercambio. Cristo descendió hasta nosotros, abrazó la pobreza y soportó la
pasión por nosotros, elevándonos al reino. El medio de este divino intercambio es
la pobreza que Clara celebra:
“¡Oh bienaventurada pobreza, que da riquezas
eternas a quienes la aman y abrazan! ¡Oh santa pobreza, que a los que la poseen
y desean les es prometido por Dios el reino de los cielos y les son ofrecidas, sin
duda alguna, hasta la eterna gloria y la vida bienaventurada! ¡Oh piadosa pobreza,
a la que el Señor Jesucristo se dignó abrazar con preferencia sobre todas las cosas”
(ibid. 15-17)51.
Para Clara, la “santa pobreza” es, por tanto,
su propia vocación, como la de Inés. La “santa pobreza” es en primer lugar y antes
de todo la novia de Cristo. Viviendo la “santa pobreza” Clara se desposa con el
pobre Crucificado.
Los versículos que siguen ofrecen las reflexiones
bíblicas de Clara sobre la pobreza, en paralelo con la Sicut manifestum est del cardenal Hugolino, pero con una dinámica
significativamente diferente. Primeramente, Clara se apoya en dos imágenes tomadas
de los evangelios de Mateo y Juan respectivamente (como había hecho Hugolino en
la Sicut manifestum est):
“Pues las zorras -dice Él- tienen madrigueras,
y las aves del cielo nidos, pero el Hijo del hombre, es decir, Cristo, no tiene
donde reclinar la cabeza (cf. Mt 8,20), sino que, inclinada la cabeza, entregó el
espíritu (cf. Jn 19,30)” (ibid. 18)52.
Clara vincula la pobreza de Cristo peregrino,
que no tiene lugar para recostar la cabeza, con la cruz de Cristo, que muere inclinando
la cabeza. Sigue la conclusión de Clara:
“Por consiguiente, si tan grande y tan importante
Señor, al venir al seno de la Virgen, quiso aparecer en el mundo, despreciado, indigente
y pobre (cf. 2Cor 8,9), para que los hombres, que eran paupérrimos e indigentes,
y que sufrían una indigencia extrema de alimento celestial, se hicieran en Él ricos
mediante la posesión del reino de los cielos, saltad de gozo y alegraos muchísimo,
colmada de inmenso gozo y alegría espiritual, porque, por haber preferido vos el
desprecio del siglo a los honores, la pobreza a las riquezas temporales, y guardar
los tesoros en el cielo antes que en la tierra” [ ... ] (ibid. 19-22)53.
Para Clara es la pobreza -la experiencia
de Jesucristo mismo que se convirtió en “el mundo despreciado, necesitado y pobre”,
haciéndose eco del texto de la segunda carta a los Corintios (ver 8,9)-, la que permite el acceso a reino de Dios y la
recompensa divina. Aquí la dinámica es paralela a la de Hugolino en el Sicut manifestum est, pero la
experiencia que Clara describe es la de una pobreza realmente vivida como un seguimiento
de Cristo, y no como unas nupcias espirituales con Cristo, con tonos
fuertemente escatológicos. Esto sugiere que, aunque Clara aceptó el Privilegio de Pobreza de Gregorio como cobertura
legal para la práctica de la pobreza en San Damián, no aceptó su visión teológica
de la pobreza, que la contemplaba solo por su significado ascético y como un medio
para un combate que prepara para las nupcias espirituales. Mientras que Gregorio
clasificaba la pobreza dentro de la teología de la esponsalidad espiritual, Clara
clasifica las nupcias espirituales dentro de la experiencia y la teología de la
pobreza realmente vivida en San Damián: las nupcias con Cristo pobre son la
vida de la pobreza misma.
Clara continúa su reflexión teórica sobre
la sanctissima paupertas en la Carta II a Inés, en la que alaba a Inés como
la que “se ha convertido en imitadora de la más sagrada pobreza en un espíritu de
gran humildad y amor ardiente, [ha rastreado] los pasos de aquel a quien [se merecía]
unirse en la novia” (CtaCla2 7)54.
Para Clara, adherirse a los pasos de Cristo significa adherirse a la pobreza. Clara
también insta a Inés a mantenerse firme en “una sola cosa”:
“Sin embargo, porque una sola cosa es necesaria
(cf. Lc 10,42), esta sola te suplico y
aconsejo por amor de Aquel a quien te ofreciste como hostia santa y agradable (cf.
Rom 12,1): que acordándote de tu propósito,
como otra Raquel, y viendo siempre tu punto de partida, retengas lo que tienes,
hagas lo que haces, y no lo dejes” (ibid. 10-11)55.
Después de haber advertido a Inés que no
permitiera que nadie la disuadiera de su propósito56, Clara identifica
la “única cosa necesaria” con: “abraza, virgen pobre, a Cristo pobre” (ibid. 18)57.
Cabe señalar que Clara identifica la vida activa en la pobreza real como la única
cosa necesaria y, en consecuencia, como “la mejor parte” que tradicionalmente se
asociaba a la contemplación. Clara subraya la vida concreta en la pobreza, y
sigue exhortando a Inés:
“Míralo hecho despreciable por ti y síguelo,
hecha tú despreciable por Él en este mundo. Oh Reina nobilísima, mira atentamente
a tu Esposo, el más hermoso de los hijos de los hombres, que, por tu salvación,
se ha hecho el más vil de los hombres, despreciado, golpeado y flagelado de múltiples
formas en todo su cuerpo, muriendo en medio de las mismas angustias de la cruz,
míralo, considéralo, contémplalo, deseando imitarlo” (ibid. 19-20)58.
El lenguaje usado por Clara para describir
al pobre Crucificado es similar al lenguaje utilizado por Francisco para describir
lo que vio en las hermanas en San Damián, como Clara recuerda en su Regla: “Entonces, el bienaventurado Padre,
considerando que no teníamos miedo a ninguna pobreza, trabajo, tribulación,
menosprecio y desprecio del mundo [...]” (RCl
VI, 2). La “única cosa necesaria” es la contemplación del pobre Crucificado
traducida en una forma de vivir en el mundo. La Forma vitae de las hermanas pobres en San Damián es seguir los pasos
del pobre Crucificado mientras vivía en este mundo. Y aquí, de nuevo, el tema de
la virginidad conyugal está subordinado a la experiencia vivida de la pobreza, a
través de la identificación que hace Clara del esposo con Jesucristo, el pobre Crucificado.
Inés de Praga y el Privilegio de pobreza
Después de repetidas peticiones, Gregorio
respondió positivamente a la petición de Inés de Praga de vivir el mismo privilegio
de pobreza del que Clara y sus hermanas disfrutaban en San Damián, con su bula Pia credulitate tenentes del 15 de abril
de 1238. Después de haber afirmado que el deseo de Inés de pobreza provenía del
Espíritu de Dios, Gregorio lo describe de la siguiente manera:
“Como muestran evidentes indicios, vosotras,
desde el momento en que la Reina de las Vírgenes ni siquiera tenía un pobre hogar
cuando dio a luz al Rey de los cielos y contemplaba la penuria que da a los fieles
una abundancia perpetua, no considerasteis conveniente que siervos y siervas desearan
las delicias, ya que el primogénito de Dios, Creador del mundo, yacía en la cuna
envuelto en pañales”59.
Obsérvese aquí cómo Gregorio asocia el significado
de la pobreza a María en el misterio de su maternidad de Jesús, cuando ella no tenía
un lugar para darlo a luz y depositó al niño recién nacido en un pesebre
envuelto en unos pobres pañales. Gregorio le pide a Inés que imite a María, la madre
de Jesús; pero si María tiene un papel importante en la espiritualidad
clariana, Clara continuará insistiendo en el seguimiento o imitación del pobre Hijo
de Dios, ¡una experiencia significativamente te!60. Ciertamente, Gregorio
se refiere a un topos franciscano relacionado
con la devoción de Francisco por la encarnación de la pobreza, una imagen que Clara
utilizará en su Carta III a Inés61.
El uso que Gregorio hace de la figura de María como icono de la pobreza tiene una
función diferente respecto a la que Clara hace de ella, como se puede ver en la
forma en que continúa precisando el objetivo o el motivo de la pobreza:
“A vosotras, que, en el desprecio de las
cosas visibles, tratáis de evitar los obstáculos procurados por las espinas de los
bienes temporales para contemplar sin ofensa el rostro de Dios [...]”62.
Aquí es posible observar la insistencia
de Gregorio en la prioridad de la contemplación para las monjas. En otras palabras,
la pobreza juega solo un papel funcional al sostener y enfocar la atención de las
monjas, especialmente al Dios invisible. Al ennoblecer tal papel de la pobreza,
Gregorio está dirigiendo a Inés lejos de la experiencia concreta de la pobreza en
la cotidianidad de la vida, hacia su fruto, situado en un lugar diferente en otro
mundo.
En la Carta III, con el mismo texto de Gregorio como telón de fondo y con
el añadido de la respuesta a las preguntas de Inés sobre la práctica del ayuno en
San Damián, Clara continúa su redefinición de “lo único necesario” comenzada en
la Carta II, tradicionalmente identificada
con la contemplación. Clara, sin embargo, desarrolla todavía el uso de las imágenes
empleado por Gregorio en su respuesta a Inés con su Pia credulitate tenentes, con el fin de reafirmar la experiencia de
su pobreza y la de las hermanas como una realidad cristológica. Ante todo, ofrece
una verdadera y propia descripción tradicional de la contemplación, que sin
duda parece eco del enfoque de Gregorio:
“Fija tu mente en el espejo de la eternidad,
fija tu alma en el esplendor de la gloria, fija tu corazón en la figura de la divina
sustancia, y transfórmate toda entera, por la contemplación, en imagen de su divinidad,
para que también tú sientas lo que sienten los amigos cuando gustan la dulzura escondida
que el mismo Dios ha reservado desde el principio para quienes lo aman" (CatClal3 12-14)63.
Hasta este punto, el texto podría haber
sido escrito por el mismo Gregorio IX con las imágenes que utiliza Clara: “espejo
de eternidad”, “esplendor de gloria”, “figura de sustancia divina”, “dulzura escondida”.
Pero Clara prosigue desplazando todo el con- texto para interpretar esta descripción
aparentemente tradicional de la contemplación y transforma estas imágenes de trascendencia
en un énfasis sobre la inmanencia de la experiencia contemplativa:
“Y dejando absolutamente de lado a todos
aquellos que, en este mundo falaz e inestable, seducen a sus ciegos amantes, ama
totalmente a Aquel que por tu amor se entregó todo entero, cuya hermosura admiran
el sol y la luna, cuyas recompensas y su precio y grandeza no tienen límite; hablo
de aquel Hijo del Altísimo a quien la Virgen dio a luz, y después de cuyo parto
permaneció Virgen. Adhiérete a su Madre dulcísima, que engendró tal Hijo, a quien
los cielos no podían contener, y ella, sin embargo, lo acogió en el pequeño claustro
de su sagrado útero y lo llevó en su seno de doncella” (ibid. 15-19)64.
Aquí Clara identifica el “espejo”, la “imagen
de Dios mismo”, con el Hijo de María encarnado, Jesús, “que se ha dado totalmente”
por amor de Inés.
Clara se concentra en el vacío que el “Altissimi filium” -el “Hijo del Altísimo”-
hace de sí mismo en la encarnación: es la dimensión kenótica del amor de Dios. Esta
asociación del “Altísimo” con el Hijo de María, en los escritos de Francisco y de
Clara, siempre aparece en el contexto de Jesús como ejemplo de pobreza. Es en este
vínculo entre pobreza y cristología donde Clara insiste en su correspondencia
con Inés, porque está en su corazón y en el centro de la experiencia y de la vida
clariana: la encarnación de la pobreza del “Hijo del Altísimo” es tanto el motivo
por el que insiste en la pobreza absoluta, como el objeto de contemplación para
Clara y sus hermanas.
Después de algunos versículos que reflejan
las implicaciones de esta redefinición, Clara llega a la conclusión:
“Por consiguiente, así como la gloriosa
Virgen de las vírgenes lo llevó materialmente, así también tú, siguiendo sus huellas,
ante todo las de la humildad y pobreza, siempre puedes, sin duda alguna, llevarlo
espiritualmente en tu cuerpo casto y virginal, conteniendo a Aquel que os contiene
a ti y a todas las cosas [...]” (ibid. 24-26)65.
La contemplación que conduce a la unión
con Dios se convierte, en la experiencia de Clara, en la práctica de la sequela Christi vestimenta Altissimi filium -el
seguimiento de los pasos del “Hijo del Altísimo”- en pobreza y humildad. Clara pone
de relieve el seguimiento “material” de Cristo en humildad y pobreza, ¡no el abrazo
contemplativo místico del “espejo de la eternidad!” Mientras que Gregorio resaltaría
la pobreza por amor de las nupcias espirituales, centrándose por consiguiente
en la contemplación del Dios trascendente, Clara entiende la contemplación como
una vida de pobreza material, que se expresa al traer a Cristo concreta o materialmente
al propio cuerpo, a través de un amor de donación kenótica de sí misma en San Damián66.
La teología de la pobreza de Clara en síntesis

En este espejo de la cruz refulge la “pobreza
bendita”, la “santa humildad” y la “inefable caridad” que se pueden contemplar,
a través de todo el espejo o la cruz (véase ibid. 22-23)68. Clara luego
describe las variadas dimensiones del espejo una por una. El “comienzo” o el marco
del espejo de la cruz es “la pobreza de quien se coloca en un pesebre y se envuelve
en pequeños pañales” (ibid. 19)69, lo que crea el vínculo - común en
Clara y Francisco- entre compromiso y pobreza. En medio o superficie del espejo
brillan “la santa humildad, la bendita pobreza, las dificultades y los dolores sin
número que sufrió por la redención del género humano” (ibid. 22)70. Esta dimensión de la cruz relaciona la humildad
y la pobreza con las experiencias ordinarias de la vida, que para Clara tienen un
valor redentor: trabajo y sacrificio, una característica común de la experiencia
penitencial de las hermanas pobres. El final o la profundidad del espejo es “la
inefable caridad, por la cual quiso sufrir en el árbol de la cruz y en él morir
con la muerte más vergonzosa” (ibid. 23)71.
Con esta dimensión de profundidad, el espejo
de la cruz refleja la inefable caridad redentora de Jesús, la razón de la pobreza
y la humildad. A través de la imagen dinámica del espejo de la cruz, Clara describe
a su esposo y el de Inés; las nupcias en la pobreza, la humildad y la caridad se
realizan en este mundo en la experiencia diaria de las hermanas para seguir los
pasos del “Altísimo Hijo de Dios”.
Esta descripción a base de palabras de la
cruz va seguida de una mezcla de versículos
tomados del Cantar de los Cantares, que
resuenan como una invitación a la intimidad con el esposo crucificado72.
La unión con Dios se logra siguiendo los pasos de Cristo, en particular la pobreza,
la humildad y la caridad. La encarnación de estos pasos en la vida implementa la
transformación contemplativa de las nupcias espirituales con el Cristo crucificado
pobre. La mirada de Clara siempre está vuelta hacia el Crucificado pobre.
Así, las cuatro Cartas de Clara a Inés presentan la teología de la pobreza como una
redefinición de la tradición de las nupcias espirituales con Cristo, como
respuesta al papa Gregorio; al mismo tiempo, proporcionan a Inés y a sus hermanas
de Praga una comprensión teológica de los fundamentos de su vida en común. Aunque
Inés y sus hermanas recibieron el privilegio de pobreza de Gregorio IX con su carta
Pia credulitate tenentes, del 16 de abril
de 1238, solo un mes después Gregorio rechazaba su observancia de la Forma vitae de Clara y sus hermanas en San
Damián73. A la luz de este rechazo, Clara continuó proponiendo a Inés
su propia cristología, una cristología que implicaba un modo de vida específico
y una práctica de pobreza diferente a la idea de Gregorio IX, tal como lo continuó
expresando en su correspondencia con Inés.
Clara escribe su Forma vitae
Parece que, después del intento de Inocencio
IV de imponer su revisión de la Regla de Hugolino / Gregorio IX para los monasterios
de la Orden de San Damián con su Regla en la carta Quoties a nobis del 23 de agosto de 1247, Clara y sus hermanas comenzaron
a escribir su propia forma de vida, aprobada un año antes de su muerte por el
Cardenal Rainaldo y más tarde, en su lecho de muerte en 1253, por Inocencio IV.
Con la publicación de la “Sinopsis cromática”
de la Forma vitae de Clara, las
Clarisas de la Federación Umbría-Cerdeña han demostrado que el texto de la Regla
de San Damián representa una animada conversación entre las hermanas de San Damián
y un gran número de fuentes escritas y coetáneas 74. La experiencia vivida
por Clara y sus hermanas en San Damián es la estructura en la que se inscriben estas
fuentes. Es interesante señalar que en el texto de su Forma vitae las hermanas pobres nunca citan el Cantar de los Cantares, ni utilizan la tradición de las nupcias espirituales
que Gregorio IX utilizaba en su correspondencia y Clara y sus hermanas reinterpretaron
en las Cartas a Inés. Esto no significa
que la espiritualidad de las nupcias espirituales no tenga ningún significado o
valor en San Damián. Su valor queda demostrado en la reinterpretación de esa tradición
desarrollada en las cartas a Inés, como se acaba de sugerir. En su Forma vitae, sin embargo, las hermanas pobres
expresan los compromisos y las prácticas esenciales que definen su vida y sirven
como modelo de su crecimiento espiritual. No hay nada en el texto de la Regla de Clara que no sea útil para describir
y determinar los parámetros concretos de la vida de las hermanas pobres. La transformación
espiritual derivada de vivir esta Forma vitae
se experimenta ante todo en la práctica de la pobreza y de la sororidad en la
caridad, que transformó al mismo San Damián en un espejo del Cristo crucificado
pobre; Clara y sus hermanas lo expresaron en las Cartas a Inés en clave de nupcias espirituales con el Cristo pobre.
En el centro de la Forma vitae de Clara hay dos pilares fundadores, que se describen al
principio de este documento, es decir, la pobreza absoluta y el vínculo con los
hermanos menores. Cualquier aspecto de la vida comunitaria en San Damián gira en
torno a estos dos pilares, que proporcionan al mismo tiempo los criterios con los
que las hermanas podían discernir cómo la tradición se había adaptado a la vida
en San Damián75, tanto la tradición específica franciscana hasta ese
momento, como la más general de normas y espiritualidad para los monasterios femeninos.
Clara establece el vínculo con los hermanos
menores desde el comienzo del texto en términos de obediencia, afirmando que “[...]
así como al principio de su conversión, junto con sus hermanas, prometió obediencia
al bienaventurado Francisco (RCl I,4),
así promete guardar inviolablemente esa misma obediencia a sus sucesores”. Al comienzo
del capítulo sexto, se recuerda de nuevo la obediencia como base del vínculo
con los hermanos y su vida de pobreza, tal como se expresa en los escritos de Francisco:
“[...] poco después de su conversión, junto con mis hermanas le prometí [a Francisco]
voluntariamente obediencia” (ibid. VI, 1). Al final de la Regla se recuerda este
vínculo con motivo de la petición de Clara a la Orden de los hermanos menores
de un capellán con un compañero clérigo y dos hermanos laicos, “para ayuda de
nuestra pobreza, como siempre hemos tenido misericordiosamente de dicha Orden de
los hermanos menores” (ibid. XII, 7).
Estos textos subrayan el vínculo esencial entre la vida de pobreza y la vida de
sororidad y fraternidad que unió a San Damián con los hermanos menores en una reciprocidad
de vida y relaciones.
Como se ha señalado anteriormente, para
Clara la pobreza se ejemplifica en Jesucristo pobre y crucificado, situado en el
centro de la Regla en el capítulo sexto.
Aquí la pobreza es definida concretamente como el rechazo de “a todo lo que pueda
razonablemente llamarse propiedad” (ibid. VI,13). La pobreza de Cristo se convierte
en norma para la entrada en la Comunidad: y si fuera idónea para esta vida “[que
vaya y venda todas sus cosas y se aplique con empeño a distribuirlas a los pobres”
(ibid. II, 8). La pobreza de Cristo también se convierte en norma para la vestimenta
de las hermanas:
“Y por amor del santísimo y amadísimo
Niño envuelto en pobrecillos pañales, acostado en un pesebre, y de su santísima
Madre, amonesto, ruego y exhorto a mis hermanas que se vistan siempre de ropas viles”
(ibid. II, 25).
Las hermanas tienen que trabajar con sus
propias manos y esto se asigna en el capítulo “ante todas” (ibid VII, 3).
La práctica de la pobreza debe reflejarse
en la calidad de las relaciones entre las mismas hermanas:
“Confiadamente manifieste la una a la otra
su necesidad. Y si la madre ama y cuida a su hija carnal, ¡cuánto más amorosamente
debe la hermana amar y cuidar a su hermana espiritual!” (ibid VIII, 15-16).
Esta atención y este servicio deben servir
especialmente de modelo para la abadesa: “esfuércese también en presidir a las otras
más por las virtudes y las santas costumbres que por el oficio, para que las hermanas,
estimuladas por su ejemplo, la obedezcan más por amor que por temor” (ibid. IV,
10). La abadesa “consuele a las afligidas” y “sea también el último refugio de las
atribuladas” (ibid. IV, 12). La abadesa está tan familiarizada con sus hermanas
que “estas puedan hablar y obrar con ella como las señoras con su sierva; pues así
debe ser, que la abadesa sea sierva de todas las hermanas” (ibid. X, 4-5).
Detrás de cada una de estas normas está la imagen de Jesús, el pobre y humilde servidor
de todos, que es la base de la visión kenótica y de la experiencia de la autoridad
de San Damián.
Al hablar de cómo las hermanas deben relacionarse
entre sí, la Forma vitae las desafía a
evitar “detracción y murmuración”, “disensión y división”. Más bien, “sean, en cambio,
siempre solícitas en conservar entre ellas la unidad del amor mutuo, que es el vínculo
de la perfección” (ibid. X, 6-7). Clara reúne en una sola oración tres textos bíblicos,
para describir la calidad de la caridad que debe reinar en la comunidad76.
Ciertamente en la Forma vitae de San Damián hay mucho más que se podría presentar aquí,
pero estas tres dimensiones de la vida de las hermanas pobres -pobreza, humildad
como servicio y caridad- son también las prácticas reflejadas en el espejo de
la cruz que Clara ha desarrollado en sus Cartas a Inés: en la Regla se presentan -se podría decir- sin
la finísima interpretación de la tradición de las nupcias espirituales propuesta
por Gregorio IX.
El Testamento
de Clara
Finalmente, el Testamento de Clara reafirma las convicciones de las Hermanas en San
Damián con respecto a su compromiso 76. Hay coherencia entre las declaraciones
centrales de este texto -que reflejan las convicciones vividas por las Hermanas
en San Damián sobre el significado de su vida- y el contenido de su Forma vitae. Ante todo, hay una clara declaración
de lo que es central en la observancia en San Damián:
“El Hijo de Dios se ha hecho para nosotras
camino, que con la palabra y el ejemplo nos mostró y enseñó nuestro bienaventurado
padre Francisco, verdadero amante e imitador suyo” (TestCl 5)77.
En segundo lugar, lo que Francisco mostró
a Clara y a sus hermanas fue solo esto, que “el Hijo de Dios, mientras vivió en
el mundo, jamás quiso apartarse de la misma santa pobreza” (ibid. 35); así que Francisco,
“imitando sus pasos”, le dio a Clara y a sus hermanas “varios escritos para que,
después de su muerte, de ninguna manera nos apartáramos de ella” (ibid. 34)78.
Es Jesús, que en su vida nunca quiso alejarse de la pobreza, el que “acostado en
un pesebre, pobre vivió en el siglo y desnudo permaneció en el patíbulo” (ibid.
45)79: imágenes de Cristo que reflejan las dimensiones del espejo de
la cruz descrita por Clara en su Carta IV
a Inés.
La imagen del espejo vuelve explícitamente
en el Testamento, pero ahora se usa
para describir la calidad del servicio de la vida de pobreza de las hermanas. Leemos:
“El mismo Señor nos ha puesto como modelo
que sirva de ejemplo y espejo no solo a los otros, sino también a nuestras hermanas,
a las que llamará el Señor a nuestra vocación, para que también ellas sirvan de
espejo y ejemplo a los que viven en el mundo” (k 19-20)80.
La vida de la pobreza tiene un objetivo
que va más allá de la transformación personal de las mismas hermanas, como lo desea
la tradición de las nupcias espirituales. La pobreza le da un significado eclesial
a la vida de las hermanas en San Damián. En su vida de pobreza, humildad y caridad,
estas mujeres reflejan el camino de la salvación logrado por Jesucristo en su encarnación
y pasión. Por eso, en su vida de pobreza, Clara y sus hermanas reflejan y muestran
a través de sus huellas concretas lo que significa vivir la experiencia
salvífica de Jesús. Pobreza, humildad y caridad, vividas en la reciprocidad de la
sororidad y de la fraternidad con compromiso, rigor e integridad, revelan a Jesús
que se ha convertido en Camino para nosotros. La teología y la contemplación en
la tradición franciscana-clarividente transforman la experiencia vivida real de
hombres y mujeres en una página del Evangelio viviente para otros. Por tanto, para
Clara y sus hermanas, el significado y las implicaciones de la “santa pobreza” tenían
un valor claramente diferente al de Gregorio IX, que veía la “altísima pobreza”
simplemente como una condición para las nupcias espirituales y la vida de contemplación.
Para Clara y sus hermanas, la pobreza y su práctica representaban el centro cristológico
de sus vidas y el compromiso de vivir el Evangelio.
Conclusión
Para Clara y sus hermanas, pobreza y cristología
iban de la mano. Su compromiso con la “santa pobreza” era al mismo tiempo una expresión
de su experiencia y comprensión de Jesucristo y del evangelio. Al analizar los escritos
que nacen en San Damián, brota una clara comprensión de las implicaciones del estilo
de vida y las prácticas de Clara y sus hermanas, que se resistieron a los intentos
de alterar el significado fundamental de sus vidas. La pobreza no era simplemente
una práctica entre otras, sino el corazón del compromiso de las hermanas de seguir
las enseñanzas y el ejemplo de Francisco de Asís. Clara y sus hermanas en San Damián
reinterpretaron la teología papal, para resistir a la imposición de estructuras
y prácticas que no encajaban en su experiencia evangélica de la vida. Eran “teólogas”
en el verdadero sentido de la palabra. Su teología comenzó con el evangelio, pasó
por su experiencia de la vida y se reflejó en una animada conversación que las involucró
con muchas voces diferentes: las de Francisco y los hermanos menores, obispos, cardenales,
protectores y papas. Todos los escritos atribuidos a Clara transmiten la impronta
de la experiencia compartida y de sabiduría de las hermanas, que se obligaron a
la “santa pobreza”, siguiendo las huellas de Jesucristo.
Noviciado interprovincial franciscano
Old Mission Santa Barbara
2201 Laguna Street
SANTA BARBARA, CA 93105
EE. UU.
* Traducción del artículo aparecido en inglés
(Poverty and Cristology at San Damiano)
en Frate Francesco 82/2 (2016), 267- 298.
Allí donde no se indica de otra manera, los textos y las fuentes biográficas de
Clara y de Francisco son de Fonti Francescane,
a cargo de E. Caroli, Editrici Francescane, Padova 2004.
NOTAS:
1 Honorius III, Litterae
tuae nobis, en Federazione S. Chiara di Assisi delle Clarisse di Umbria-Sardegna,
Chiara di Assisi. Una vita prende forma. Iter storico, (Secundum perfectionem Sancti
Evangelii, 2), ed. Messaggero, Padova 2005, 121 (de ahora en adelante: Iter storico).
Texto latino en I. Omaechevarria, Escritos de santa Clara y documentos complementarios,
Madrid 1982, 39-41 (de ahora en adelante: Omaechevarria, Escritos): «Litterae tuae
Nobis exhibitae continebant, quod quamplures virgines et aliae mulieres, [...] desiderant
fugere pompas et divitias huius mundi, et fabricari sibi aliqua domicilia, in quibus
vivant nihil possidentes sub caelo, exceptis domiciliis ipsis et construendis oratoriis
in eisdem».
2 Iter storico, 122:
«mandamus, quatenus huismodi fundos in ius et proprietatem Ecclesiae Romanae nomine
ipsius recipias» (Omaechevarría, Escritos, 40).
3 Cf. por ejemplo H.
Grundmann, Religious Movements in the Middle Ages, trad. S. Rowan, Notre Dame 1995,
7-30.55-67 (tr. it. Movimenti religiosi nel Medioevo, Il Mulino, Bologna 1984).
4 Cf. M.P. Alberzoni,
Elisabetta di Turingia, Chiara d’Assisi, Agnese di Boemia e la diffusione dell’ordine
dei Frati Minori in Germania, en Frate Francesco 73 (2007), 388-389. Para el desarrollo
de la teología de la pobreza cf. especialmente 385-394 y la bibliografía en las
notas; cf. también Ead., Elizabeth of Hungary “Mother of the Friars Minor”? en Greyfriars
Review 20/3 (2006), 213-236.
5 Cf. P. Buc, Vox clamantis
in deserto? Pierre le Chantre et la prédication laïque, en Revue Mabillon 65 (1993),
5-47.
6 Cf. M.P. Alberzoni,
Elisabetta di Turingia, 389-394.
7 Jacques de Vitry,
en Fonti Francescane, 1461: FF 2207.2206. Cf. El análisis de C. Moo- ney, The Lesser
Sisters in Jacques de Vitry’s 1216 Letter, en Studi francescani 69 (2011), 1-29.
Omaechevarría, Escritos, 35-36: «Ipsi autem secundum formam primitivae Ecclesiae
vivunt, de quibus scriptum est: “Multitudinis credentium erat cor unum et anima
una” (Act 4,32). [...] Mulieres vero iuxta civitates in diversis hospitiis simul
commorantur, nihil accipiunt, sed de labore manuum vivunt».
8 También madonna Bona
de Guelfuccio, la XVII testigo del proceso de canonización afirmó que «ella [Clara],
enviaba a los pobres los alimentos que decía comer, y la testigo certificaba habérselos
llevado muchas veces” (Proc XVII,1). La
hermana de Clara, Beatriz, XII testigo en el proceso, afirma que fue la predicación
de Francisco la que convirtió a Clara y ella “[...] vendió toda su herencia y parte
de la herencia de la testigo y la dio a los pobres” (ibid. XII,3).
9 Testimonio de sor
Pacífica de Guelfuccio de Asís, I testigo.
10 Madonna Bona de Guelfuccio
de Asís frecuentó la casa de Clara y la conocía bien. Cf. Santa Chiara d’Assisi sotto processo. Lettura storico-spirituale degli Atti
di Canonizzazione, ed. G.M. Boccali, Assisi 2003, 77-78.
11 Es importante señalar
que Clara, en su Testamento (cf. 9-10),
insistirá en la profecía de Francisco respecto a las hermanas pobres, realizada
antes incluso que él mismo tuviera hermanos: «Nam et ipse sanctus, adhuc non habens fratres nec socios, statim quasi post
conversionem suam, cum ecclesiam Sancti Damiani aedificaret, ubi, consolatione divina
totaliter visitatus, compulsus est saeculum ex toto relinquere, prae magna laetitia
et illustratione Spiritus Sancti, de nobis prophetavit, quod Dominus postea adimplevit»
(Omaechevarria, Escritos, 340-341). La
naturaleza profética de la vida de las hermanas pobres y su Forma vitae se centrarán en la pobreza, como
demuestra el resto de su Testamento.
12 «Attendens autem beatus pater quod nullam paupertatem,
laborem, tribulationem, vilitatem et contemptum saeculi timeremus, immo pro magnis
deliciis haberemus, pietate motus scripsit nobis formam vivendi»: Federazione
S. Chiara di Assisi delle Clarisse di Umbria-Sardegna, Chiara di Assisi e le sue fonti legislative. Sinossi cromatica, (Secundum
perfectionem Sancti Evangelii, 1), ed. Mesaggero, Padova 2003, 68 (de ahora en adelante:
Sinossi cromatica).
13 «Quia divina inspiratione fecistis vos filias
et ancillas altissimi summi Regis Patris caelestis et Spiritui sancto vos desponsastis
eligendo vivere secundum perfectionem sancti evangelii»: ib.
14 «Ego frater Franciscus parvulus volo sequi vitam
et paupertatem altissimi Domini nostri Ihesu Christi et eius sanctissimae Matris
et perse- verare in ea usque in finem. Et rogo vos dominas meas et consilium do
vobis, ut in ista sanctissima vita et paupertate semper vivatis»: ibid, 70.
15 Es importante aquí
señalar que en el texto de este capítulo VI de la Regla de santa Clara, la pobreza es descrita como «santísima» («sanctissima paupertas»: RegCh VI,6.10), un adjetivo que Francisco
usa en la Regla bulada: «sicut decet servos Dei et paupertatis sanctissimae
sectatores» (Rb V,4).
16 En los documentos
curiales/papales el adjetivo “altísimo”, que describe aquí la vida de Jesucristo
(«altissimi Domini nostri Ihesu Christi»),
será utilizado para describir la misma vida de pobreza. Textualmente esto aparece
la primera vez en la Regla bulada: «Haec est illa celsitudo altissime paupertatis,
que vos, carissimos fratres meos, heredes et reges regni celorum instituit, pauperes
rebus fecit, virtutibus sublimavit» (Rb
VI,4): en Francesco d’Assisi, Scritti,
ed. C. Paolazzi, Grottaferrata 2009, 328 (de ahora en adelante: Paolazzi). Los documentos
de la curia describen la «altissime paupertatis»
y la entienden de diferente manera que Francisco y Clara. Cf. abajo para los comentarios
a este texto.
17 Card. Ugolino, Costituzioni, 2, en Santa Chiara d’Assisi. Scritti e documenti, a cargo de G.G. Zoppetti
e M. Bartoli, Editrici Francescane, 312 (de ahora en adelante: Zoppetti-Bartoli).
«Quapropter, dilecte in Domino filie, quia
divina vobis gratia inspirante, per arduam viam et artam, que ad vitam ducit incedere,
et vitam pauperem ducere pro eternis lucrandis divinis elegistis, religionis ipsius
observantiam ad que formam vobis duximus breviter describendam [...]»: G.M.
Boccali, La Cum omnis vera religio del cardinale Ugolino. Formula vitae primitiva per san Damiano ed altri monasteri
(Bruxelles, Bibliothèque Royale, ms. IV. 63), en Frate Francesco 74 (2008), 456.
18 RegCh VI,2: Sinossi cromatica,
68. Cf. Ugo, Cum omnis vera religio, en
G.M. Boccali, La Cum omnis, 456. Doy las
gracias a María Pía Alberzoni que, ya hace muchos años, puntualizó este vínculo
entre los dos textos.
19 Cf. nota 17.
20 Para las relaciones
entre Clara y Hugolino/Gregorio IX, cf. la reciente presentación de M.P. Alberzoni,
Introduction: De Saint-Damien à l’ordre de
sainte Claire, en Claire d’Assise: Ècrits,
Vies, Documents, ed. J. Dalarun - A. Le Huërou, Ed. du Cerf, París 2013, 705-816.
21 Cf. Paolazzi, 320.
22 «Fratres nichil sibi approprient, nec domum nec
locum nec aliquam rem. Et tanquam peregrini et advene in hoc seculo, in paupertate
et humilitate Domino famulantes, vadant pro helemosina confidenter, nec oportet
eos verecundari, quia Dominus pro nobis se fecit pauperem in hoc mundo (2Cor
8,9). Hec est illa celsitudo altissime paupertatis,
que vos, carissimos fratres meos, heredes et reges regni celorum instituit, pauperes
rebus fecit, virtutibus sublimavit. Hec sit portio vestra, que perducit in terram
viventium»: Paolazzi, 328.330.
23 Excepto que este
caso, los escritos de Francisco siempre reservan a Dios el adjetivo “altísimo”.
Cf. I.R. Herrera - A.O. Carmona, Los escritos
de san Francisco de Asís, Murcia 2003, 576.
24 La Vulgata dice: «Quod in multo experimento tribulationis abundantia gaudii ipsorum et altissima
paupertas eorum abundavit in divitias simplicitatis eorum».
25 La Vulgata dice: «Scitis enim gratiam Domini nostri, Iesu Christi, quoniam propter vos egenus
factus est, cum esset dives, ut illius inopia vos divites essetis». Este texto
de 2Cor aparece también en la Carta a los fieles: «Qui, cum dives esset (2Cor 8,9) super omnia, voluit ipse in mundo cum beatissima
Virgine matre sua eligere paupertatem» (2LFed
5): Paolazzi, 186.
26 Cf. F. Uribe, La Regla de san Francisco: letra y espíritu,
Murcia 2006, 198 (tr. it.: La Regola di san
Francesco. Lettera e spirito, EDB, Bologna 2011): «En este caso la ejemplaridad
de Cristo es presentada a través de la frase: porque el Señor se hizo pobre por nosotros en este mundo, casi una trascripción
de la usada por San Pablo en 2Cor 8,9 [...]. Es, por lo demás, una cita muy original,
pues no aparece en ninguna de las antiguas reglas».
27 «Pauperes rebus fecit, virtutibus sublimavit.
Hec sit portio vestra, que perducit in terram viventium»: Paolazzi, 328.330.
28 G.M. Boccali, La Cum omnis vera religio, en Frate Francesco 74 (2008), 456: «Cum omnis vera religio et vite institutio approbata
certis constet regulis et mensuris, certis etiam constet legibus discipline; quisquis
religiosam ducere vitam cupit, nisi certam conversationis sue regulam disciplinamque
vivendi observare studuerit diligenter; eo ipso a rectitudine deviat quo rectitudinis
lineas non observet; et ibi deficiendi incurrit periculum, ubi per discretionis
virtutem certum ac stabile perficiendi collocare neglexerit fundamentum».
29 «Et tanquam peregrini et advene in hoc seculo,
in paupertate et humilitate Domino famulantes, vadant pro helemosina confidenter»:
Paolazzi, 328.
30 «Fratres illi quibus gratiam dedit Domi- nus laborandi,
laborent fideliter et devote, ita quod, excluso otio anime inimico, sancte orationis
et devotionis spiritum non exstinguant»: ibid.
31 Cf. Gregorio IX,
Quo elongati 6: «Decimos, pues, que no
deben tener propiedad ni en común ni individualmente, pero la Orden haga uso de
utensilios, libros y otros bienes muebles que les es lícito tener. Los hermanos
los usen según lo que establezca el ministro general o los ministros provinciales,
permaneciendo intacta la propiedad de los lugares y casas en las manos de aquellos
a quienes se sabe que pertenecen» (en FF 2734).
H. Grundmann, Die Bulle Quo elongati Papst Gregors IX, in AFH 54 (1961), 22-23: «Dicimus itaque, quod nec in communi nec in speciali
debent proprieta- tem habere, sed utensilium et librorum et eorum mobilium, que
licet habere, ordo usum habeat et fratres, secundum quod generalis minister vel
provinciales disponendum duxerint, his utantur, salvo locorum et domorum dominio
illis, ad quos noscitur pertinere».
32 Este cambio en la
experiencia de la pobreza puede observarse si se pasa de la Vita beati Francisci de Tommaso da Celano
a la Vita sancti Francisci de Giuliano
da Spira, escrita para los hermanos del convento universitario de París, y todavía
más claramente en la Legenda maior de
Bonaventura (cf. capítulos 5-12).
33 M.P. Alberzoni, Santa povertà e beata semplicità: Francesco d’Assisi
e la Chiesa romana, Vita e Pensiero, Milano 2015, 13, comenta que Francisco
solía describir la pobreza como “santa” y “bendita”: «Precisamente paupertas, en sus diversas acepciones, remite
inequívocamente al universo franciscano, incluso si a la sancta (o beata) paupertas,
como Francisco solía definirla, se consolida muy pronto la exaltación de la altissima paupertas, pero donde altissima no resulta una determinación propia
del léxico de Francisco y de Clara; parece más bien derivar del vocabulario teológico
de la curia papal y, particularmente, del cardinal Hugolino d’Ostia». Véanse sus
comentarios respecto al uso de la palabra en la nota 10 de la misma página.
34 Para una breve síntesis
sobre este argumento cf. M.P. Alberzoni, Introduction:
De Saint-Damien à l’ordre de sainte Claire, en Claire d’Assise, 791-803. Cf. también Iter storico, 51-73.
35 Cf. también I,13:
«ella vio y oyó que la santa memoria del señor papa Gregorio le quiso dar muchas
cosas y comparar las posesiones para el monasterio, pero ella lo permitió jamás”.
36 «Sicut manifestum est, cupientes soli Domino dedicari,
abdicastis rerum temporalium appetitum; propter quod, venditis omnibus et pauperibus
erogatis, nullas omnino possessiones habere proponitis, illius vestigiis per omnia
inhaerentes, qui pro nobis factus est pauper, via, veritas, atque vita; nec ab huiusmodi
proposito vos rerum terret inopia; nam laeva Sponsi caelestis est sub capite vestro
ad sustentandum infirma corporis vestri, quae legi mentis ordinata caritate stravistis»:
Omaechevarría, Escritos, 231-232.
37 Para la teología
de la “caridad ordenada” del siglo XII, cf. G. Cariboni, “Ordo noster est caritas”. Osservazioni su ideali guida, testi normativi
e dinamiche istituzionali presso le prime generazioni cistercensi, en Id., Il nostro ordine è la Carità. Cistercensi nei
secoli XII e XIII, Vita e Pensiero, Milano 2011, 59-92. Cf. también B. McGinn,
Introduction: The Ordering of Charity,
in Id., The Growth of Mysticism: Gregory the
Great through the 12 Century, The Presence
of God: A History of Western Christian Mysticism, vol. 2, New York 1994, 149-157.
McGinn comenta que en el siglo XII «el término ordo era de los semánticamente más complejos del vocabulario medieval.
Junto a las nociones de orden como una medida o una regla, un sistema político,
una estructura, un grupo o clase reconocible (por ej. ordo monasticus), una disciplina, una ceremonia, un ministerio eclesiástico
con sus deberes, etc..., ordo puede entenderse
en el sentido de “ordenamiento”, es decir, el estado que existe cuando las cosas
has sido colocadas en su propia relación» [NdT.]
(153).
38 Para una panorámica
sobre el papel de la virginidad y de la clausura en la visión de Hugolino, cf. P.
Maranesi, La clausura di Chiara d’Assisi.
Un valore o una necessità?, Porziuncola, Assisi 2012, 21-51. Maranesi comenta
que aunque el uso que Clara hace de la metáfora esponsal refleja su contexto histórico,
sin embargo ella «[...] realiza una diferente acentuación de la metáfora esponsal,
destacando no la clausura como espacio y signo del amor de la esposa por el esposo,
sino un tema nuevo ligado a la novedad descubierta por ella precisamente en la adhesión
al ideal de Francisco, es decir, a la pobreza» (51-52).
39 «Denique qui pascit aves caeli et lilia vestit
agri vobis non deerit advictum pariter et vestitum, donec seipsum vobis transiens
in aeternitate ministret, cum scilicet eius dextera vos feli- cius amplexabitur
in suae plenitudine visionis»: Omaechevarría, Escritos, 232.
40 Cf. M. Dutton, The Cistercian Source: Aelred, Bonaventure, and
Ignatius, in Goad and Nail, ed. R.
Elder, (Studies in Medieval Cistercian History, 10), Kalamazoo 1985, 151- 178. Comparando
el misticismo cisterciense y franciscano Dutton hace esta importante distinción:
«Buenaventura insiste en llegar a Dios con la imitación de Jesús más que con la
intimidad con Él [...]. Aelredo guía a la contemplativa hacia la unión espiritual
con Cristo mediante el amor por Él, y no hacia la perfección mediante la imitación
de Él, sugiriendo que tal perfección, tal imitación no es ni posible mi necesaria»
[NdT.] (166-167). Cf. también su ensayo
de profundización, Intimacy and Imitation:
The Humanity of Christ in Cisterciam Spirituality, in Erudition at God’s Service, ed. J.R. Sommerfeldt, (Studies in Medieval
Cistercian History, 11), Ka- lamazoo 1987, 33-69.
41 «Sicut igitur supplicastis, altissimae paupertatis
propositum vestrum favore apostolico roboramus, auctoritate vobis praesentium indulgentes
ut recipere possessiones a nullo compelli possitis»: Omaechevarría, Escritos, 232.
42 Cf. FF 3177-3178; 3204-3206.
43 «Precipio firmiter fratribus universis, ne habeant
suspecta consortia vel consilia mulierum, et ne ingrediantur monasteria monacha-
rum, preter illos quibus a Sede Apostolica concessa est licentia specialis»:
Paolazzi, 336.
44 Card. Ugo, Costituzioni, 10: Zoppetti- Bartoli, 317-318.
«De ingressu personarum in monasterium firmiter
ac districte precipimus, ut ulla numquam abbatissa, vel eius sorores aliquam personam
religiosam seu seculare[m] ac cuiuslibet dignitatis in monasterium intrare permittant.
Nec omnino hoc alicui liceat, nisi cui et de quibus concessum a summo pontifice
fuerit, vel a nobis seu post nos ab illo cui sicut et nobis sollicitudinem atque
curam specialem gerendam de vobis specialiter dominus papa duxerit iniugendam»:
en G.M. Boccali, La Cum omnis, 468.
45 Gregorio IX, Quo elongati 11, en FF 2739. Texto latino de Grundmann, La Bolla Quo elongati, 24: «Nos
utique generaliter id esse prohibitum de quarumlibet cenobiis monialium respondemus
[...]».
46 «Cum semel dominus Papa Gregorius prohibuisset,
ne aliquis frater ad monasteria dominarum sine sua licentia pergeret, dolens pia
mater cibum sacrae doctrinae rarius habituras sorores, cum gemitu dixit: “Omnes
nobis auferat de cetero fratres, postquam vitalis nutrimenti nobis abstulit praebitores”.
Et statim omnes fratres ad Ministrum remisit, nolens habere eleemosynarios qui panem
corporalem acquirerent, postquam panis spiritualis eleemosynarios non haberent.
Quod cum audiret Papa Gregorius, statim prohibitum illud in generalis Ministri manibus
relaxavit»: Omaechevarría, Escritos,
172. Cf. los comnetarios de M. Bartoli, Gregorio
IX, Chiara d’Assisi e le prime dispute all’interno del movimento francescano,
en Rendiconti 35 (1980), 97-108.
47 Para el contexto
histórico de la relación entre el papa Gregorio IX, Clara de Asís e Inés de Praga
en este período, cf. M.P. Alberzoni, Chiara
e san Damiano tra Ordine minoritico e curia papale, en Convivium Assisiense, n.s. 6 (2004), 27-70.
48 Para el contexto
de las Cartas de Clara e Inés de Praga,
cf. los siguientes textos: Chiara d’Assisi, Lettere
ad Agnese / La visione dello specchio, ed. G. Pozzi - B. Rima, (Piccola Biblioteca,
426), Milano 1999, 97-145; C.A. Tognali, Quella
prudente follia d’amore. Pensiero cristologico di Chiara d’Assisi, (Presenza
di san Francesco, 45), Milano 2004, 17-77; J. Mueller, The Privilege of Poverty: Clara of Assisi, Agnes
of Prague and the Struggle for a Franciscan Rule for Women, University Park,
PA, 2006; A. Marini, “Ancilla Christi, plantula
sancti Francisci”: Gli Scritti di santa Chiara e la Regola, en Chiara di Assisi, Atti del XX Convegno internazionale
(Assisi, 15-17 ottobre 1992), Spoleto 1993, 127-145.
49 «Ergo, soror carissima, immo domina veneranda
nimium, quia sponsa et mater estis et soror Domini mei Iesu Christi, virginitatis
inviolabilis et paupertatis sanctissimae vexillo resplendentissime insignita, in
sancto servitio confortamini, pauperis Crucifixi ardenti desiderio inchoato, qui
pro nobis omnibus crucis sustinuit passionem, eruens nos de potestate principis
tenebrarum, qua ob transgressionem primi parentis vincti vinculis tenebamur, et
nos reconcilians Deo Patri»: Omaechevarria, Escritos, 376-377.
50 Cf. comentarios de
M. Cusato, Commercium: From the Profane to the Sacred, in Francis of Assisi: History, Hagiography and Hermeneutics
in the Early Documents, ed. J.M. Ham- mond, New York 2004, 188-194.
51 «O beata paupertas, quae diligentibus et amplexantibus
eam divitias praestat aeternas! O sancta paupertas, quam habentibus et desiderantibus
a Deo caelorum regnum promittitur et aeterna gloria vitaque beata procul dubio exhibetur!
O pia paupertas, quam Dominus Iesus Christus, qui caelum terramque regebat et regit,
qui dixit etiam et sunt facta, dignatus est prae ceteris amplexari!»: Omaechevarría,
Escritos, 377. [Aquí en autor se ciñe
a la traducción en inglés de pia paupertas,
NdT.]. C. Markert analiza la pobreza en las Cartas a Inés respecto a la vida de la primera fraternidad y a los escritos
sobre la pobreza de Francisco: “O beata paupertas”.
Zur Auslegung der Armut in den Briefen der hl. Klara an Agnes von Prag, in “In proposito paupertatis”: Studien zum
Armutsverständnis bei den mittelarterlichen Bettelorden, ed. G. Melville - A.
Kehner, (Vita Regularis, 13), Munster 2001, 51-68. Sus comentarios a la I Carta a Inés se encuentran en las pp.
58-61.
52 «Vulpes enim foveas, inquit, habent et volucres
caeli nidos, filius autem hominis, id est Christus, non habet ubi caput reclinet,
sed inclinato capite tradidit spiritum»: Omaechevarría, Escritos, 377. En la Sicut manifestum est, Gregorio IX
parafrasea Mt 6,26-28, Lc 12,7 y CtaCla2,6;
8,3.
53 «Si ergo tantus et talis Dominus in uterum veniens
virginalem, despectus, egenus et pauper in mundo voluit apparere, ut homines, qui
erant pauperrimi et egeni, caelesti pabuli sufferentes nimiam egestatem, efficerentur
in illo divites regna caelestia possidendo, exsultate plurimum et gaudete, repletae
ingenti gaudio et laetitia spirituali, quia, cum vobis magis placuisset contemptus
saeculi quam honores, paupertas quam divitiae temporales et magis thesauros in caelo
recondere quam in terra [...]»: Omaechevarría, Escritos, 377-378.
54«Aemula sanctissimae paupertatis effecta, in spiritu
magnae humilitatis et ardentissimae caritatis eius adhaesisti vestigiis, cuius meruisti
connubio copulari»: ibid. 383.
55 «Sed quia unum est necessarium, hoc unum obtestor
et moneo per amorem illius, cui te sanctam et beneplacentem hostiam obtulisti, ut
tui memor propositi velut altera Ra- chel tuum semper videns principium, quod tenes
teneas, quod facis facias, nec dimittas»: ibid.
56 En CtaCla2 12-17, Clara invita a Inés a no escuchar
a nadie que trate de hacer que se desvíe de su propósito, y la exhorta más bien
a seguir el consejo del hermano Elías, el ministro general. La persona a la se refiere
aquí Clara es sin duda Gregorio IX, que rechazaba la petición de Inés de adoptar
la Forma de vida de San Damián.
57 «Sed pauperem Christum virgo pauper amplectere»:
Omaechevarría, Escritos, 384.
58 «Vide contemptibilem pro te factum et sequere,
facta pro ipso contemptibilis in hoc mundo. Sponsum tuum prae filiis hominum speciosum,
pro salute tua factum virorum vilissimum, despectum, percussum et toto corpore multipliciter
flagellatum, inter ipsas crucis angustias morientem, regina praenobilis,
intuere, considera, contemplare, desiderans imitari»: ibid.
59 Gregorio IX, Pia credulitate tenentes, en Zoppetti-Bartoli,
410. «[V]os reginae virginum locum in loco
pauperum, etiam quando coeli regem genuit, non habentis, contemplantis penuriam,
ubertatis perpetuae fidelibus productivam, indecens reputetis servas, et ancillas
fovere deliciis, cum pannis vilibus involutus in praesepio, steterit unigenitus
omnium conditor»: Bullarium Franciscanum,
t. I, ed. G.G. Sbaraglia, Romae 1759, 236-237.
60 Sobre este punto,
cf. C.M. Mooney, Imitatio Christi or Imitatio
Mariae? Clara of Assisi and her Interpreters,
in Gendered Voices: Medieval Saints and Their Interpreters, ed. C.M. Mooney, Philadelphia 1999, 52-77.
61 Para el contexto
de la Tercera carta de Clara a Inés de
Praga, cf. J. Mueller, The Pri- vilege of
Poverty, 81-85; Id., A Companion to Clara
of Assisi: Life, Writings and Spirituality, Leiden 2010, 148-159. Cf. anche,
F.T. Dowling, Saint Clara of Assisi, II,
The Context of Her Life, Phoenix 2013,
164-184.
62 Gregorio IX, Pia credulitate tenentes, in Zoppetti - Bartoli,
410. «[V]obis, quae contemptis visibilibus,
ab invisibilium deliceas properantes vitare studetis obstaculum in temporalium spinis
in offensam faciem Dei [...]»: Bullarium
Franciscanum I, 236-237.
63 «Pone mentem tuam in speculo aeternitatis,
pone animam tuam in splendore gloriae, pone cor tuum in figura divinae
substantiae et transforma te ipsam totam per contemplationem in imagine[m] divinitatis
ipsius, ut et ipsa sentias quod sentiunt amici gustando absconditam dulcedinem,
quam ipse Deus ab initio suis amatoribus reservavit»: Omaechevarría, Escritos, 390.
64«Et omnibus quae in hoc fallaci mundo perturbabili
suos caesos amatores illaqueant [ms.: illaqueat] penitus praetermissis, illum totaliter
diligas, qui se totum pro tua dilectione donavit, cuius pulchritudinem sol et luna
mirantur, cuius praemiorum [abundantiae] et eorum pretiositatis et magnitudinis
non est finis; illum dico Altissimi filium, quem Virgo peperit, et post cuius partum
Virgo permansit. Ipsius dulcissimae Matri adhaereas, quae talem genuit filium, quem
caeli capere non poterant, et tamen ipsa parvulo claustro sacri uteri contulit et
gremio puellari gestavit»: ibid. 390-391.
65 «Sicut ergo Virgo virginum gloriosa materialiter,
sic et tu, sequens eius vestigia, humilitatis praesertim et paupertatis, casto et
virgineo corpore spiritualiter semper sine dubietate omni portare potes, illum conteninens,
a quo tu et [ms.et tu] omnia continen- tur [...]»: ibid. 391.
66 Cf. los comentarios
de T. Herbst, The Evolu- tion of Plato’s Mirror:
Kenotic Poverty in Clara of Assisi’s Letter to Agnes of Prague, in Antonianum 84 (2009), 497-514: sobre todo
508-511.
67 «Quae cum sit splendor aeternae gloriae, candor
lucis aeternae et speculum sine macula»: Omaechevarría, Escritos, 396.
68 Cf. ibid.
69 «Principium huius speculi, paupertatem positi
siquidem in praesepio et in panniculis involuti»: ibid.
70 «In medio autem speculi considera humilitatem,
saltem beatam paupertatem, labores in numeros ac poenalitates quas sustinuit pro
redemptione humani generis»: ibid. 396-397.
Esto es también un eco de lo que escribe Clara en el capítulo VI de su Regla, donde describe cómo ve Francisco la
vida de las hermanas pobres en San Damián.
71 «In fine vero eiusdem speculi contemplare ineffabilem
caritatem, qua pati voluit in crucis stipite et in eodem mori omni mortis genere
turpiori»: ibid. 397.
72 «Llévame en pos
de ti: ¡corramos al perfume de tus ungüentos! (Ct 1,3), ¡oh esposo celestial! Correré y no lo dejaré, hasta que me
lleve a la bodega (Ct 2,4). Hasta que
su izquierda esté bajo mi cabeza, y su diestra felizmente me abrace (Ct 2,6) ¡Que me bese con los besos de su
boca! (Ct 1,2)» (CtaCla4, 30-32). Para un análisis más profundo del uso del Cantar de
los Cantares en la IV Carta a Inés cf. F. Raurell, La lettura del Cantico dei cantici
al tempo di Chiara e la IV Lettera ad Agnese di Praga, en Chiara: Francescanesimo
al Femminile, a cargo de D. Covi - D. Dozzi, Bologna 2004, 188-289, en particular
247-275.
73 Cf. Gregorio IX, Angelis gaudium, en Zoppetti-Bartoli, 414-416.
74 Cf. Sinossi cromatica, 12-19. Las fuentes incluyen
documentos del papado y de la curia papal, Francisco de Asís, su Regla y su Testamento, las Constituciones prenarbonenses de los hermanos menores,
el Memorial de Tomás de Celano, la Regla
de san Benito y de san Agustín, la Regla de las vírgenes de Cesáreo de Arles, la
Regla de los Trinitarios y las Instituciones para el monasterio de las hermanas
de San Sixto en Roma, los Usos de las hermanas dominicas de Monte Agri, junto a
otras fuentes menores.
75 Cf. el excelente análisis
del texto de C.A. Acquadro - C.C. Mondonico, La Regola di Chiara di Assisi: il Vangelo come forma di vita, en Clara Claris Preclara. L’esperienza cristiana e la memoria di Chiara
d’Assisi in occasione del 750 anniversario della morte, Atti del Convegno internazionale
(Assisi, 20-22 novembre 2003), Assisi 2004, 147-232 [pubblicato anche in Convivium Assisiense 6 (2004)].
76 Cf. ibid. 168-172.
77 Para una síntesis
de la reciente discusión sobre la autenticidad del Testamento de Clara y un análisis de su contenido, cf. M.W. Blastic,
The Testament of Clara, in The Writings of Clara of Assisi: Letters, Form
of Life, Testament and Blessing, ed. M.W. Blastic - J.M. Hammond - J.A. Wayne
Hellmann (Studies in Early Franciscan Sources, II), Saint Bonaventure, NY 2011,
109-133.
78 «Factus est nobis Filius Dei via, quam verbo et
exemplo ostendit et docuit nos beatus pater noster Franciscus, verus amator et imitator
ipsius»: Omaechevarría, Escritos,
340.
79«Nec contentus fuit in vita sua nos hortari multis
sermonibus et exemplis ad amorem et observantiam sanctissimae paupertatis, sed et
plura scripta nobis tradidit, ne post mortem suam ullatenus declinaremus ab ipsa:
sicut et Dei Filius, dum vixit in mundo, ab ipsa sancta paupertate nunquam
voluit declinare»: ibid. 343.
80 «[...] qui pauper positus est in praesepio, pauper
vixit in hoc saeculo, et nudus remansit in patibolo»: ibid. 344-345.
81 «Ipse enim Dominus, non solum posuit nos ut formam
aliis in exemplum et speculum, sed etiam sororibus nostris, quas ad vocationem
nostram Dominus advocavit [ms. advocabit], ut et ipsae sint conversantibus in mundo
speculum et exemplum»: ibid. 341-342. Para una exégesis de este pasaje, cf.
D. Dozzi, Chiara e lo specchio, en Chiara: francescanesimo al femminile, 299-303.