Pestaña

La vida nueva en Cristo

Itinerario teológico y espiritual a través de la contemplación de los mosaicos de la vida de San Francisco, 
obra de Marko I. Rupnik, situados en la cripta de la Iglesia de Sant Pius de Pietralcina, 
en Sant Giovanni Rotondo[1]


Hna Begoña Fornes R.P.


“Despojado del hombre viejo", "Revestidos de Cristo "... Es la invitación que nos hace Marko I. Rupnik a través de la contemplación orante de sus mosaicos. Los episodios escogidos, lejos de ser meramente biográficos, están llenos de contenido teológico-espiritual que ayudan, a quien los contempla, a caminar en una vida nueva.

Intencionadamente, estos mosaicos han sido situados en la parte inferior de la Iglesia, de tal manera que, para acceder a ellos, hay que ir realizando todo un camino de "descenso" que más allá de algo espacial pretende evocar lo que supone caminar tras las huellas de Jesús. Quizás es esta la primera catequesis que se nos quiere transmitir: sin abajamiento y humildad no se puede entrar "en la vida nueva".

Pero antes de empezar el descenso, el visitante debe fijar su atención para poder descifrar los escritos, de lectura fácil, que encabezan la exposición:

"En la plenitud del tiempo, Dios envió a su Hijo / despojados del hombre viejo / resucitados con Cristo / El Espíritu Santo grita Abba / hijos en el Hijo".
"Bautizados en Cristo Jesús / por su muerte / resucitados en Él / ha devuelto nuestra vida de la muerte / para caminar en una vida nueva ".

Estos escritos obligan a detener el paso, prestar atención a lo importante, tomar conciencia de qué vida se trata cuando hablamos de la vida del cristiano, de la vida de los santos. De esta manera se entra en "comunión espiritual" con ellos, y de su mano, caminamos hacia la vida nueva, afrontamos los senderos de la lucha espiritual y de un amor que se realiza en modo pascual: pasar por la muerte por ser alcanzados por una forma nueva de vida, primicia de resurrección.

La vida nueva que recibimos en el bautismo y que los santos han vivido con toda radicalidad es la respuesta conjunta que da el hombre y el Espíritu Santo que habita en la Encarnación de Dios. Podemos vivir la vida de Dios porque Cristo se ha hecho hombre asumiendo toda realidad humana.

Las primeras imágenes quieren llevar a la memoria este hecho: La Virgen, toda inmersa en la escucha, acoge el Verbo, la Palabra y empieza a teixirli un cuerpo humano. En la Natividad, la Virgen coloca al niño en el pesebre y sus rasgos nos recuerdan anticipadamente aquellos del Crucificado (basta fijarse en la similitud de sus vestidos, o sus manos abiertas en abrazo universal).




El camino hacia la cripta propiamente comienza con el bautismo de Francisco. Francisco muere, con una muerte como la de Cristo, y de acuerdo con el Crucificado, es revestido de vestiduras, signo de vida nueva.

A través del Bautismo, dejamos de vivir entre tinieblas y sombras de muerte para entrar a la libertad de los hijos de Dios, en una vida nacida no ya de carne y sangre humana, sino del agua y el Espíritu.
 
 
 
EL AMOR, CAMINO DEL HOMBRE NUEVO 

 
Cuando Francisco toma conciencia de esta vida verdadera, la de Cristo, comienza a realizar sus gestos, desobedeciendo el gusto de los sentidos humanos y sus convicciones y abriendo a las intuiciones que, a través del Evangelio, van llegando a la su vida.

Besar a un leproso significaba contaminarse y morir, pero para el leproso, ser besado era una especie de salida del sepulcro, ya que de alguna manera el hecho de ser ignorado lo convertía en muerto viviente. El mosaico lo presenta, por tanto, evocando la figura de Lázaro, saliendo de la tumba. Francisco, por su parte, aparece con vestiduras blancas, es decir, revestido de la novedad de la vida bautismal, la vida regenerada en Cristo.

"Cuando yo estaba en pecado, se me hacía amarga en extremo la vista de los leprosos. Pero el Señor me llevó entre ellos y usé de misericordia con ellos. Y en ahuyentarme de ellos, lo que antes me parecía amargo me fue convertido en dulzura del alma y del cuerpo ".





LA MENTALIDAD DEL HOMBRE VIEJO


La vida nueva se encuentra en breve con la realidad sellada por el mal. El padre de Francisco, no puede entender el camino elegido por el hijo, tiene para él otras expectativas. Pero la vida que su padre le quiere dar está destinada a la muerte, y revestido de esta vida vieja, Francisco ya no sabe ni quiere vivir.

Por ello, con humildad y sin violencia, se despoja de sus cosas y se orienta definitivamente hacia el Padre de quien toma nombre toda paternidad.



 
ALCANCE DE UNA LLAMADA

En San Damián, sumido en intensa oración, Cristo crucificado habla a Francisco y le pide que repare su iglesia amenazada de ruina. Francisco se pone rápidamente en camino, pero sólo poco a poco entenderá el alcance de esta llamada: dar a la Iglesia nuevamente un aspecto evangélico.

Ante una época de expansión social y búsqueda de riquezas, Francisco opta por una vida evangélica, en seguimiento de Cristo pobre, abandonado y crucificado. Por ello en el mosaico aparece abrazando el aspecto más dramático de la humanidad de Cristo, afirmando que es precisamente este camino lo que garantiza la unión con Dios y con los demás. Al mismo tiempo, con la otra mano sostiene la iglesia en ruinas, una iglesia junto a la que se encuentran las mujeres que han seguido a Cristo en el calvario, queriendo significar que más allá de un edificio, la Iglesia es comunión de personas alrededor del misterio pascual de Cristo, del que Francisco quiere ser testimonio viviente.




REPOSO EN DIOS

La vida en Dios y el diálogo con Él es como la respiración. La respiración muestra que estamos vivos y el diálogo con Dios muestra que vivimos de su vida.

Como los grandes místicos, Francisco amaba rezar escondido en grutas excavadas. Estas le ayudaban a ir descendiendo cada vez a lugares más profundos. ¡Hay tantos estratos para atravesar antes de llegar a la verdad del corazón!

La gruta aleja de los ruidos y las voces y, sumergido en las entrañas de la tierra, invita a nacer de nuevo.

La gruta recuerda también la tumba, la muerte, y conduce al hombre a ser sobrio, a acertar en sus elecciones, a comprender cuáles son los valores importantes de la vida.

Y finalmente, la gruta evoca también la tumba vacía, recuerdo de la resurrección de Cristo. Pero lejos de apartar Francisco de la realidad del mundo, escondido en la tierra, llega a hacerse uno con ella, tanto que, tal como se plasma en el mosaico, su vestido y la tierra que la rodea tiene casi el mismo color . Su oración es la oración de la tierra, pero apoyada sobre la roca firme que es Cristo.




LA HORA DE LA PASCUA

Se cuenta que, habiendo ido Francisco a Roma a predicar el evangelio, los prelados y los habitantes de Roma no quisieron escucharle. Como signo de su dureza, dirigió, entonces, sus palabras a los pajaritos que revoloteaban a su alrededor, que lo escucharon en un atento silencio.

La vida nueva no puede dejar de contar con la incomprensión de los hombres. La Pascua no se debe buscar, nos viene dada: la incomprensión, la enfermedad, el dolor, las dificultades ... La muerte y la resurrección vividas en el bautismo deben ser la clave de lectura de todos estos eventos. La Pascua es un proceso que nos hace atravesar todas las etapas de la vida de Cristo, con la certeza de la resurrección ya acontecida pero aún no llevada a su plenitud y por eso no quedamos dispensados de las muertes continuas que aún tenemos que afrontar.





LAS FUERZAS DEL MAL


San Francisco no conoce tregua en la lucha. Inclinado sobre el Evangelio, se defiende del demonio y de las agitaciones con que le atormenta.

Totalmente encorvado, no deja resquicio abierta, únicamente aquella por la que "entran" en su vida las palabras del Evangelio, sobre las que Francisco vierte lágrimas de sus ojos enfermos.

La única manera de cerrarse ante el mal es la apertura radical hacia el bien. Se vence el mal sólo con el bien.




EL AMOR NO ES AMADO


El llanto es una característica constante en la vida espiritual de Francisco. Llanto por su propio pecado, por los de la humanidad, para la lucha solitaria en la que Dios priva de la consolación sensible porque la amamos con gratuidad ...

Pero el motivo principal de su llanto es que el amor no es amado, llora ante la dureza del corazón del hombre, que no responde al loco amor de Dios.

En la escena Francisco se confunde prácticamente con los árboles. Comparte con ellos su silencio y soledad, y también la paciencia de quedar expuesto a la intemperie: ya sea con sol o lluvia, con nieve o granizo, el árbol está allí. La paciencia es virtud probada.




SER COMPASIVOS Y BENIGNOS

La escena de Francisco que manda a sus hermanos a predicar la compasión y la misericordia explica lo que para él significa construir la Iglesia.

La visión de San Damián cada vez se va interiorizando más, hasta el punto de llegar a entender que lo que Dios quiere es que anuncie a Cristo como Salvador, como Aquel que perdona nuestros pecados. La humanidad radica en el mal y necesita alguien que la redima. Por eso la misión de los hermanos es anunciar la misericordia asumiendo ellos mismos la imagen del buen pastor que carga la oveja herida y la lleva, no ante un juez, sino ante el Señor.

La oveja, a su vez, ve el costado abierto de Cristo, a través del cual puede entrar en la profundidad inescrutable de la misericordia de Dios.




POR ENCIMA DE TODO, LA CARIDAD

Francisco rescata un fraile del moralismo, haciéndole ver que lo que salva no es el rigor en los ayunos o el cumplimiento de las reglas, sino el amor.

La ascesis no es fruto de nuestro esfuerzo personal sino participación en el misterio de la carne de Cristo. Vencer la carne sólo es posible con la fuerza del Espíritu, que revela cómo nuestra renuncia, nuestro sacrificio, nuestro dolor y muerte participan de la pasión del Señor, sintiendo ya dentro de ellos la fuerza de la resurrección.

La ascesis, hecha con discernimiento, es el arte de saber morir para resucitar. El principio de la unión con Dios no se encuentra en las prácticas externas sino en la libre adhesión del corazón.

Francisco le ofrece al fraile, totalmente débil, dos trozos de pan, sin mermar por ello la pieza entera, símbolo de la abundancia, de un amor que razona de modo diferente. Es un hombre totalmente libre.




LIBRE DE PREJUICIOS

Según la lógica del tiempo de Francisco, el sultán era uno de los principales enemigos de la cristiandad.

Pero Francisco, que ve las cosas con otros ojos, libre de prejuicios y temores, va donde el sultán, movido únicamente por el deseo de predicar el evangelio y buscar el martirio. El sultán queda profundamente impactado ante la actitud de Francisco y le pide que prolongue su estancia con él.

Francisco, sentado sobre una alfombra riquísima, ofrece al sultán la palabra de Dios. El martirio atestigua que Dios es más importante que nuestra propia vida y que nosotros estamos tan inmersos en su amor que somos capaces incluso de amar a nuestros enemigos.




LA BELLEZA ATRAE

La vida evangélica de Francisco atrae también el corazón de Clara. Pero, así como los frailes tienen que caminar por el mundo y anunciar el Evangelio, las "damas pobres" están llamadas a mostrar, a través de una vida escondida y orante, las relaciones esponsales de la Iglesia con Cristo, su pertenencia total a Él.

La escena representada guarda similitud con el antiguo esquema iconográfico de Cristo que desde la cruz presenta la madre a su hijo y el hijo (la Humanidad) a su madre.

Basado en este modelo, encontramos bajo la cruz toda la familia franciscana: los frailes, las clarisas y la tercera orden.




EL CONSUELO DE LA VIDA PLENA

Quizás debería ser la muerte de Francisco la escena que preside el final de este descenso hacia la cripta. Sin embargo, la muerte aparece al principio, entrevista al bautismo. Con la muerte del hombre viejo surge la vida nueva en Dios.

La vida recibida en el bautismo, aunque se realiza a través de un camino pascual, no exento de vicisitudes dramáticas, sin embargo, recoge como fruto el gozo y la paz. Francisco, vencedor del mal, es consolado por los ángeles a través de una suave música celestial.

Quien vive adherido a Dios, quien tiene su corazón abierto al Espíritu, tiene ya el consuelo de una vida plena. 




[1] Artículo tomado de la revista “Catalunya Franciscana” 2011 nº 237 y traducido de catalán a castellano, por lo que puede tener algún error. 
Está inspirado en el libro de Marko I. Rupnik, Il Cammino dell’uomo nuovo. Edicions Lipa, Roma 2009.